“Be our guest.”
En 1991 Disney entregó una de sus mejores cintas, una que a la fecha sigue siendo referente en la animación. Beauty and The Beast sorprendió por la calidad de sus imágenes, la forma en que la narrativa clásica empezaba a cambiar lentamente los elementos de una fórmula que se había vuelto estandarizada y por las canciones que se han convertido en un verdadero referente musical.
En la era de los remakes live action la casa del ratón opto por hacer una arriesgada apuesta al llevar su clásico del 91 de nuevo a pantalla grande. Los avances eran prometedores, se anunciaba que la magia reviviría y gracias a los últimos aciertos de la productora las expectativas eran altas, sin embargo el resultado no fue tan espectacular.
La historia sigue siendo la misma, aquellos que se encuentren familiarizados con el material no encontrarán mucha novedad, pero para aquellos que por alguna razón durmieron los últimos 25 años les contamos de que va; el relato nos lleva a conocer a Belle (Emma Watson) quien disfruta de la lectura en un pequeño pueblo y anhela un mundo de aventuras que su contexto no le puede ofrecer; una serie de eventos desafortunados la llevará a conocer a un príncipe (Dan Stevens) que fue transformado en Bestia después de no dar asilo a una hechicera, ésta encantó el castillo y a todos los que en el habitan convirtiéndolos en objetos y como castigo a la vanidad del príncipe la única forma de romper la poderosa magia será que una persona se enamoré de él en su nueva forma.
Bill Condon fue el encargado de dirigir el espectáculo y desafortunadamente es en él en quien recae la responsabilidad de los desatinos que presenta la cinta, el director no aporta nada novedoso, sino todo lo contrario, Condon extiende el metraje de la película con números musicales que se sienten como material de relleno en una película que pierde ritmo con cada minuto.
Beauty and The Beast logra salvarse gracias a que es un cuento tan viejo como el tiempo y su historia es lo bastante sólida como para mantener el interés del público hasta el final, de igual forma los personajes secundarios (a pesar de que su versión live action no sea la más fortuita) logran dar alivio y proporcionar las risas necesarias para mantener la cinta a flote.
Los efectos visuales no son lo esperado (después de ver las maravillas que se podían hacer con The Jungle Book), tristemente La Bestia no logra convencer, sin embargo la película compensa esas fallas técnicas con un imponente diseño de producción y vestuarios que constituyen un espectáculo por sí mismos.
Uno de los principales atractivos de Beauty and The Beast es sin duda la música y los espectaculares números que se montan. En esta nueva versión se agregan 3 nuevas canciones que pasan sin pena ni gloria y las asombrosas “Be our guest” o “Tale as old as time” logran lucir y esbozar sonrisas para todos los nostálgicos que acuden a ver la cinta, sin embargo no se logra igualar la magia de la versión original.
Emma Watson logra encantarnos con su interpretación de Belle, la actriz hace que el relato funcione por la forma tan interesante y refrescante con la que aborda a su personaje; todo lo contrario a Dan Stevens cuya Bestia brilla por su ausencia. Luke Evans fue uno de los mayores aciertos en el cast de la cinta, su Gastón es justamente el villano que la cinta necesita y del que hubiéramos agradecido tener mayor presencia.
Beauty and The Beast deja una sensación agridulce, sin duda se esperaba algo mágico, algo grandioso, algo que le hiciera justicia al clásico animado, pero eso no sucedió. La película debe estar constantemente justificando su existencia, dejando en claro que un remake no era necesario y que el interés económico es realmente lo que se encuentra detrás del telón. Para todos aquellos que disfrutamos de la historia original la película evocará un recuerdo nostálgico que logrará dibujar una sonrisa (dejando de lado todas las fallas) por poder recordar un cuento tan viejo como el tiempo.