“I´m just the backup.”
El pasado es algo que a muchas personas atormenta y quita el sueño. Nuestras acciones se convierten en las más gratas memorias o en los más terribles demonios, pero hagamos lo que hagamos jamás podremos cambiar el rumbo de los sucesos vividos y es esa, tal vez, la parte más dramática que existe y la que muchas veces no nos deja olvidar, no nos permite dejarla ir, dejarnos ir.
Kenneth Lonergan es sin duda una de las voces cinematográficas más interesantes que tenemos, tristemente su escasa filmografía no ha sido tan reconocida como debería de serlo, esperemos que Manchester by the sea cambie eso. Los relatos de Lonergan son abrumadores, las imágenes tienen voz propia y el tiempo transcurre como agua, son devastadoras pues las emociones son reales.
Manchester by the sea es la historia de Lee (Casey Affleck) un hombre que debe encargarse de su sobrino (Lucas Hedges) tras la muerte de su hermano. Lee deberá viajar a Manchester para enfrentar su pérdida, pero el monstruo con el que se enfrentará es mucho más grande que el evento, tan intenso que lo llevó a huir en primer lugar de ese sitio: su pasado. Lonergan construye uno de los dramas más intensos de los últimos años y lo condensa en una bomba de emociones que no nos dejan descansar.
Cada secuencia de la cinta tiene una intencionalidad concreta, se articulan de manera natural al relato que parece no partir de ningún sitio, pero cuando te atrapa y todos los hilos se conectan un gancho al hígado nos impacta por sorpresa dejándonos sin aire y no seremos capaces de recuperarlo con facilidad.
La primera parte de Manchester by the sea se centra en construir el personaje de Lee, a base flashbacks conoceremos el pasado del protagonista, un mar de contrastes desfilan por la pantalla mientras vemos que el hombre amargado, cabizbajo y lleno de furia que fue a recoger a su sobrino con una sobriedad abrumadora fue alguna vez un hombre feliz y cariñoso con su esposa e hijos ¿Qué lo orilló a tener un cambio tan drástico? ¿Cómo puede una persona perder las ganas de vivir de un momento a otro? Son las incógnitas que poco a poco nos hacemos y que Lonergan resuelve hábil, pero dolorosamente. La segunda parte ya nos ha mostrado todas las variantes involucradas, el drama ha quedado armado solamente queda ver que camino toman sus personajes.
Los sentimientos que se plasman en la pantalla son crudos y reales. Nos adentramos de lleno al proceso de duelo que vive un ser humano y como los demonios internos de una persona pueden consumirla hasta cambiarla por completo. Manchester by the sea es la devastación de la pérdida expresada en imágenes.
El guión es poderoso, pero no tendríamos el gran resultado que vemos de no ser por las espectaculares actuaciones. Casey Affleck es un monstruo, su interpretación es desgarradora, rompe el corazón, es auténtico. Affleck encarna la dualidad de su personaje y básicamente carga con la totalidad de la cinta, pues aparece en la gran mayoría de los cuadros. El actor se adueña de la pantalla, da vida a cada secuencia por más difícil que sea la tarea, eleva los pequeños momentos (que en manos de otro actor y director/escritor hubieran parecido paja) y los hace memorables, cada que Lee vuelve a ser el mismo que una vez fue la magia se adueña de la pantalla, nos regala una sonrisa aunque solamente haya sido por un instante.
Michelle Williams tiene un papel pequeño pero efectivo como la esposa de Lee, su participación es fundamental para comprender el drama y es gracias a sus poderosas secuencias que los momentos clave la cinta explotan de una manera tan gratificante. Por su parte Lucas Hedges logra ponerse a la par de Affleck y cargar junto con él la pesada carga que el director ha puesto sobre ellos. Hedges es deslumbrante, su personaje atraviesa por una serie de transiciones que volverían loco a cualquiera y el actor ataca con aplomo todas las aristas de las emociones que maneja.
El gélido clima se equipara con la realidad que viven los protagonistas, un fío invierno que no cede, una tormenta que parece no tener fin, un dolor que parece ir solamente en aumento. El mar es testigo silente de todos los secretos que callan los personajes, no por miedo a la verdad sino por temor a vivir con ella, prefieren no decir en voz alta los hechos y así, solamente así tal vez, puedan postergar un poco el dolor.
La intensidad de las imágenes es avasalladora, no es necesario que los personajes tengan largos discursos para comprender lo que sienten. El silencio pesa y mientras Lee contempla el mar en el horizonte los recuerdos llegan y el futuro se torna incierto, su rostro refleja lo arrollador y eterno que puede ser el duelo y aún peor la decadencia que conlleva el no poder perdonarse a uno mismo.
Manchester by the sea es una obra intensa y poderosa, un trabajo duro y crudo que nos deja adoloridos, la devastación de la pantalla llega hasta nuestros adentros. Todos hemos estado rotos más de una ocasión y justamente así nos deja el último cuadro, rotos.