“Hay filias ocultas…deseos que desoímos.”
La atracción por otro ser humano es lo más natural que podemos experimentar, es algo cotidiano, algo que se puede vivir día a día. De igual forma, el sexo, por más tabú que se quiera manejar o que nos lo quieran manejar, es también algo natural, algo de lo que se debería poder hablar sin tapujos y sin pena. Muchas veces las restricciones que se nos imponen desde chicos para evadir el tema de la sexualidad son las que no permiten que los deseos que se manifiesten se comuniquen y mucho menos sean explorados con la pareja.
Kiki, el amor se hace es la más reciente cinta del director español Paco León y consta de cinco historias diferentes que convergen en dos temas en común: el sexo y el amor. Cada uno de los relatos articula de manera particular el sentir y la manera de vivir la sexualidad de un grupo de personas además de explorar, de manera cómica, una serie de filias, cada una más extraña que la anterior, haciéndolas parecer lo que son, impulsos y deseos normales que puede sentir cualquier ser humano.
Como es de esperarse en este tipo de cintas, no todos los relatos tienen la misma consistencia y calidad, sin embargo aquí todos son disfrutables. León muestra en su tercer largometraje que es capaz de mantener un ritmo constante con un tono cómico a través de una puesta en escena dinámica, nueva y refrescante.
Los créditos iniciales son una verdadera maravilla, a través de un montaje que sobrepone imágenes de archivo (plantas, frutas y animales) en la acalorada secuencia que protagoniza una pareja. El encuentro es pasional e intenso y la combinación con las imágenes elegidas por el director es simplemente deslumbrante e hilarante, desde ese primer momento sabemos que nos enfrentamos a una comedia que nos hará perder el pudor para hacernos reír desinhibidamente.
Paco León no sólo dirige sino que protagoniza una de las mejores historias de la cinta junto con Belén Cuesta y Ana Katz, el relato va de una pareja con dificultades para avivar la llama, no saben el origen de la situación, pues el amor entre ellos sigue muy presente pero no se traslada de mejor manera a la intimidad. La forma en que intentan adentrarse en nuevos mundos para dar rienda suelta a sus deseos es de lo más divertido.
Sin duda el relato que se lleva las palmas es el que protagonizan Alexandra Jiménez y David Mora, la primera es una mujer sorda con una serie de características bastante peculiares, entre ellas su filia por las texturas, particularmente la seda y el segundo un sordomudo que intenta obtener placer a través de una hotline. Una videollamada candente a través de lenguaje signado es sin duda una de las secuencias más cómicas del año. Jiménez realiza un papel hilarante y Mora es simplemente encantador.
El protagonista constante de Kiki, el amor se hace es el sexo, pero no de una manera explícita, de hecho, atestiguamos muy poco del acto en pantalla, es omnipresente en todo sentido, pero eso le da más fuerza, le da más realidad. No hay exhibicionismo gratuito y eso es lo que hace de Kiki un relato mucho más liberador.
Todos los elementos de la película son alegres, nos invitan a celebrar, como sucede en los créditos finales, nos encontramos en una fiesta llena de colores, llena de deseos, llena de vida y solamente podemos agradecer la invitación que nos hacen y aceptarla con júbilo y gozo. A final de cuentas León se mantiene fiel a su premisa inicial en todo momento: el amor se hace y no nos queda más que disfrutarlo.