“There is nothing a man cannot do once he accepts the fact that there is no god.”
Tres jóvenes se dedican a robar casas. Cuentan con la ventaja de que el padre de uno de ellos es el dueño de una compañía de alarmas, razón por la cual tiene las llaves y expedientes de todos sus clientes. El grupo encontrará la oportunidad perfecta para cambiar sus vidas cuando encuentren la casa de un hombre ciego que obtuvo una fuerte suma de dinero tras el fatal accidente de su hija.
Don’t Breathe, dirigida por Fede Álvarez, es una claustrofóbica cinta que utiliza los sentidos para atraparnos en una acelerada historia que no te deja respirar en ningún momento.
Tras haber dirigido el remake de Evil Dead en 2013, Álvarez continúa su camino cinematográfico con una película técnicamente más demandante de un género que parece conocer muy bien. La premisa de Don’t Breathe es sencilla pero gracias a las decisiones de iluminación y sonido ofrece un espectáculo entretenido y redondo de principio a fin.
Los protagonistas se mueven entre las sombras de la casa sigilosamente para no ser detectados por el residente, la cámara los acompaña y nos coloca en lugares en los que los pocos destellos de luz apenas alumbran lo suficiente para ubicarnos en el laberinto por el que corren los ratones buscando desesperadamente una salida.
Álvarez deja de lado el ruido y las sierras eléctricas para hacerle un espacio al ensordecedor silencio con el que desfilan sus personajes con la finalidad de no revelar su ubicación. La carencia de sonido junto con el juego de penumbras logran dejarnos con un corazón acelerado, pues nosotros también intentamos encontrar una salida, un espacio para poder respirar cuando el peligro asecha en cada esquina.
De los personajes no sabemos mucho, ni siquiera lo mínimo indispensable, es difícil inclusive recordar sus nombres, pues realmente no logran llegar a ser memorables. La grandeza técnica de la que hace gala la cinta se ve mermada por el poco desarrollo en su parte humana. Los participantes carecen en su totalidad de trasfondo, lo que les dificulta la posibilidad de generar un gancho emocional con el espectador.
El afligido rostro de Jane Levy y el breve monólogo que su personaje ofrece al inicio de la cinta la convierten en el ser humano con el que podríamos empatizar con mayor facilidad, pero el crédito no va al guión, son las habilidades de la actriz las que la hacen tan interesante de ver. La víctima del robo es interpretada por Stephen Lang y el actor ofrece un gran trabajo físico y psicológico que nos hacen temer con cada paso que damos en la obscuridad.
El ritmo acelerado de la cinta se mantiene y es lo que le da vida y nos permite dejar de lado todos los huecos y falta de profundidad que abunda en el filme. Álvarez no busca darnos una historia memorable, busca entretenernos y es justamente eso lo que consigue hacer.
Don’t Breathe logra mantener nuestra atención durante toda la película y eso se debe totalmente a la forma en que fue construida, la premisa de la cinta es “no respires” y es eso precisamente lo que ofrece, un nudo en la garganta que no desaparece hasta que los créditos finales comienzan a correr.