“Don’t feed me any more lines from ‘Monsters, Inc.’ It pisses me off!”
Los autos y la velocidad son sinónimos de adrenalina, la emoción recorre nuestras venas cuando un motor acelera y el peligro es inminente. Aquellas cintas de persecuciones en las que seguimos las ruedas de los que intentan escapar de la ley o de algún peligro siempre exaltan nuestras fibras más sensibles y nos mantienen al filo del asiento.
Baby Driver es una película que sin duda redefine el género, desde el comienzo la piel se eriza, nos exige dejar todo lo que traigamos fuera de la sala y que simplemente disfrutemos el viaje. El quinto largometraje de Edgar Wright es una feroz caza que eleva con cada cuadro los latidos de nuestro corazón con crímenes, autos y sobre todo con música.
Baby (Ansel Elgort) es un joven que se gana la vida conduciendo para diversos grupos de criminales contratados por Doc (Kevin Spacey) y es el mejor en su campo, tenerlo al volante es una garantía de tener un escape perfecto tras cometer el delito. Tal vez su imagen no le genere confianza a sus compañeros e incluso nos hace dudar de sus capacidades como conductor, pero que la cara de niño bueno no los engañe, cuando Baby se pone los audífonos se convierte en una bala que te sacará de cualquier apuro.
Las primeras secuencias de la cinta nos muestran a un equipo de Doc robando un banco, Buddy (Jon Hamm), Darling (Eiza González) y Griff (Jon Bernthal) salen corriendo del banco con pistolas y dinero en las manos, suben apresurados al auto y es el turno de Baby de brillar. La huida es intensa, las calles son el escenario perfecto para mostrar un espectáculo brillante, las secuencias son emocionantes, se encuentra coreografiadas perfectamente con una sincronización sorprendente, el ritmo se acelera y va al compás de la música que protagoniza cada escena.
Tras lograr escapar, conocemos la naturaleza de la relación de Baby y Doc, de igual forma descubrimos que el callado joven que observamos no es tan malo después de todo. Tras su fortuito y casi poético encuentro con Deborah (Lily James) su vida toma un nuevo sentido, es momento de hacer realizar su maniobra más arriesgada y escapar de la vida que conoce para ganar su libertad.
Wright realiza una cinta sinigual, un musical moderno que nos hace parte de una experiencia explosiva. El dinamismo que observamos no solamente es entretenido, sino que contribuye a la consolidación estilística de uno de los jóvenes autores más arriesgados y visionarios que la industria cinematográfica ha entregado en los últimos años.
El conductor silencioso se ha convertido en una constante para este tipo de cintas, pero les puedo asegurar que ninguno ha sido como Baby. Wright ha elegido darle ritmo a su cinta con cada nota que producen las guitarras y coordinar las explosiones con los intensos sonidos de la batería; el soundtrack se sincroniza con la historia, es imposible pensar en Baby Driver sin todas las canciones que le dan vida a la película. La música no funciona como un elemento más de la cinta, sino que constituye la parte medular de la misma.
Ansel Elgort se arriesga al salir de los papeles que usualmente interpreta, su cara siempre nos dirá que es incapaz de romper un plato, incluso cuando intenta adoptar la actitud de macho furioso y tal vez esa era la intención del director al elegirlo, siempre podemos ver la inocencia de Baby en su rostro, Elgort es incapaz de dejar al niño atrás por más que lo veamos volar intensamente en un auto a toda velocidad; jamás será el chico rudo y malo y eso funciona en está ocasión.
El resto del universo de Baby Driver se encuentra conformado por personajes que son una caricatura de todos aquellos clásicos de acción, incluso los nombres que utilizan los hacen parecer más irreales. Los actores que les dan vida comprenden el sentido que sus personajes tienen y hacen que las acciones fluyan de manera natural. Jon Hamm se sale del mundo de Mad Men y se planta en la pantalla a la par de Kevin Spacey y Jaime Foxx, quienes no decepcionan con sus interpretaciones. Una verdadera sorpresa es Eiza González quien nos demuestra que ha dejado muy atrás a aquella niña que vimos en Lola érase una vez y ahora puede dar el ancho en una gran producción cinematográfica sin decepcionar.
Baby Driver es electrizante, un verdadero triunfo que nos demuestra que no todos los motores se mueven al ritmo de Rápidos y Furiosos; cualquier que se encuentre familiarizado con el trabajo de Wright sabía que algo como Baby Driver llegaría tarde o temprano, pero jamás esperamos que fuera tan brutal y tremendamente fabuloso. Presenciamos la consolidación de un director y no podemos esperar a ver qué es lo que sigue.