“Si les gusta es vintage y si no les gusta es viejo.”
A lo largo de nuestra vida vamos coleccionado objetos y memorias que nos han forjado a lo largo de los años, son elementos que forman parte de nuestra identidad. Es inevitable sentir apego por ciertas cosas, no por su funcionalidad, sino por lo que significan para nosotros. Recordar es un evento nostálgico al que nos gusta regresar todo el tiempo, las emociones que surgen y nos evocan producen una sensación de bienestar, son vestigios de los que sucedió, nos hacen sentir vivos.
Doña Clara (Sonia Braga) es una mujer de sesenta y tantos años que vive en el edificio Aquarius en una playa brasileña. Ha pasado toda su vida en ese lugar, para ella no es solamente un techo para refugiarse, es su hogar, es el sitio que alberga las memorias más dulces y también los recuerdos más amargos, pero a final de cuentas encierra los grandes momentos de su vida, aquellos que la han definido. Debido a que una constructora ha comprado todos los departamentos del condominio para derrumbarlo y construir uno nuevo, Clara es la única residente que se ha negado a vender y se verá sometida a las presiones que la empresa ejercerá sobre ella para obligarla a ceder.
Kleber Mendonça Filho dirige Aquarius una cinta tan personal como social. El director explora el sistema político que rige su país y las injusticias que existen en los procesos legales, en los que tener un buen contacto te facilitará las cosas, en el que las amenazas y acciones fuera de todo marco jurídico son perdonadas si te llevas con la gente indicada.
La estructura de Aquarius se encuentra dividida en tres actos, sin embargo no se encuentra limitada por ellos. A través de los tres momentos podemos conocer a Clara en toda su melancolía y en toda su felicidad, con todos sus deseos y necesidades, nos enfrentamos a sus demonios y a sus más terribles males, somos conscientes de las batallas que ha librado y de las que le quedan por pelear. La cámara de Mendonça se mueve fascinada alrededor de su protagonista y comparte su encanto con nosotros.
La cinta nos muestra a Clara en su cotidianeidad, reposando, viendo el horizonte, disfrutando una copa de vino, su vida es cíclica, pero la de todos lo es. Aquarius no intenta mantenernos en una cápsula en la que el tiempo no transcurre, sino todo lo contrario le da vida a cada segundo y se encarga de recordarnos que el tiempo es lo único constante en nuestras vidas, lo único que no se detiene.
Sonia Braga entrega la, que sin duda es, la actuación más compleja de su carrera, un papel que define el trabajo de la actriz. Braga enamora, nos presenta el universo de su personaje, es ella la que carga con la totalidad del filme y no podemos despegar la mirada ni un segundo.
El relato se encuentra plagado de elegantes alegorías que entrelazan la historia de Clara con el discurso social que se nos muestra. La sociedad está enferma, hay un mal que carcome sus adentros y la mata lentamente, un cáncer que amenaza con no dejar nada a su paso. Mendonça no apunta por lo la mirada condescendiente ni por el sentimiento lastimero, muestra sin juzgar las acciones y tampoco nos da la oportunidad de hacer lo propio.
Aquarius se convierte entonces en una fortaleza atemporal, un refugio para los minutos. Clara se encuentra rodeada de recuerdos, un antiguo mueble que vio las aventuras de su tía y después encerró los secretos de la misma, una colección envidiable de discos de vinil y álbumes fotográficos son los tesoros más preciados a los que la protagonista se aferra, pero es el Aquarius el recuerdo más querido.
Los vistazos del ayer se conjugan con la realidad, el presente es el resultado de nuestro pasado y es a ese pasado al que se le rinde tributo. El tiempo sigue corriendo, no se detiene y esa es su más grande belleza…que se termina, pero siempre tendremos aquellas memorias que nos recuerdan que todo lo que conmemoramos fue real.