“Perseguí al águila…pero no sabía cómo volar.”
Puedo escribir los versos más tristes esta noche repite el poeta casi en automático, su imagen denota cansancio, su fatiga y comodidad lo han dejado estancado en un lugar que no parece gustarle demasiado pero que ha aprendido a amar con el tiempo, así como le ha sucedido con los versos del poema que recita una y otra vez, palabras que todos conocen y aman, versos de amor, de tristeza, emociones que se escapan lentamente, que se han convertido en letanía.
El siempre genial Pablo Larraín presenta Neruda, cinta de corte biográfico sobre el poeta chileno Pablo Neruda. Nos centramos en un capítulo muy particular de la vida del protagonista, después de su lucha política y poética como ciudadano ha sido electo senador tras la segunda guerra mundial, pero su pluma no puede ser callada y sus labios se disponen a gritar verdades que al presidente Videla no causan gracia. Su cabeza tiene precio y es ahora él la persona en el banquillo de los juzgados y se ve obligado a emprender la huida.
Neruda (Luis Gnecco) será perseguido por el oficial (ficticio) Óscar Peluchonneau (Gael García Bernal) y oficial y poeta encarnarán una persecución agitada y visceral, pero al mismo tiempo suave y rítmica, es un juego construido con hermosas imágenes y palabras suaves.
Neruda es una cinta poética en toda la extensión de la palabra. La voz de Gael García abre magistralmente y nos atrapa en un aire sedoso, lleno de ternura, mientras recita la historia, que como la de Lola, más que historia es un poema.
Larraín entrega imágenes hermosas que constituyen un espectáculo brillante y deslumbrante por sí mismas, es una fotografía bestial que aprovecha al máximo la luz natural que le brindan sus escenarios. Construye, muy a la Malick, una persecución intensa en la que, sin tanta acción, nos engulle con cada cuadro. El policía siempre se encuentra un paso atrás del poeta en un juego de atrapadas endulzado con las más hermosas palabras.
Óscar Peluchonneau supone un personaje muy al estilo Neruda por sí mismo. Gael García carga con una gran parte del peso narrativo y argumental de la película, a través de sus palabras nos adentramos en el ritmo que Larraín nos marca, nos maneja con delicadeza y nos permite disfrutar del viaje.
Luis Gnecco destaca en su papel poeta al mostrar siempre la dualidad del protagonista, por un lado tenemos al romántico que endulza los oídos de su amante, pero por el otro tenemos al hombre que es capaz de recitar las mismas palabras a varias prostitutas en un prostíbulo; se trata de un hombre lleno de contracciones (¿cuál no?) y Gnecco encarna la dualidad con un aplomo aplastante.
Gael García en un papel secundario (que lucha eternamente por convertirse en protagonista) protagónico hace de su personaje un ser bastante interesante. Tenemos al oficial que aborrecemos y despreciamos, uno bastante predecible, desesperanzado, pero al mismo tiempo tiene un aire juguetón, su esencia transpira inocencia y esa inocencia cautiva y enamora.
El poeta orquesta su propia persecución, escribe cada detalle y se ha convertido en su nueva obra predilecta, una que no le molestaría repetir a todo aquel que desee escucharla. Las palabras dan vida, los versos otorgan poder, el poema le da nombre al protagonista de la historia, lo hace memorable…lo hace inmortal, como aquel que lo escribió.
Neruda tiene un montaje dinámico, lleno d elipsis y metáforas, con cada nueva revisión se descubren nuevos elementos, nuevas sensaciones, palabras ocultas que dotan de sentido las acciones de sus personajes. Larraín se consolida como una voz influyente, una voz demandante, es el abanderado de la escena latinoamericana, es nuestro propio poeta cinematográfico, uno al que le pediríamos recitar su obra una y otra vez.
No nos enfrentamos a una biopic tradicional, en ningún sentido del concepto, después de todo estamos hablando de una película de Pablo Larraín, lo que ocurre frente a nosotros es una oda…es poesía pura.