¿Ya ti, dónde te agarró el temblor?

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Se nos cayó todo el edificio encima.

El 19 de septiembre de 1985 ocurrió en la Ciudad de México uno de los sucesos que más han marcado a nuestra sociedad. El terremoto del 85 fue una catástrofe que generó una herida en la memoria colectiva mexicana, una herida que hasta ahora sigue abierta. Dada la trascendencia del evento, es de extrañar, que no haya habido una adaptación cinematográfica (salvo algunos cortometrajes) que haya explorado el caos vivido en esa fecha.

A 31 años del movimiento que sacudió a nuestro país Jorge Michel Grau presenta la película 7:19 la hora del temblor en la que nos lleva a un edificio en la ciudad minutos antes del terremoto y en el que nos dejará atrapados junto con un puñado de sobrevivientes entre los escombros.

La cotidianeidad con la que Grau nos introduce al film nos hace creer que observamos una mañana cualquiera en aquel edificio, los empleados llegan y se incorporan a sus labores cotidianas, el velador Don Martín (Héctor Bonilla) se queja de su pierna y saluda a todos los empleados que entran, incluido el Licenciado Pellicer (Demián Bichir) el jefazo de las oficinas. La cámara nos guía por el lobby del recinto y se detiene en la pequeña televisión de Martín, en la que observamos el noticiero “Hoy mismo” (imágenes que forman parte de la memoria del 85), la conductora anuncia un sismo y así sin más un estruendo resuena fuertemente y la pantalla se funde en negro.

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El dinamismo que existió en los primeros minutos de la cinta parecerá totalmente ajeno a las imágenes que veremos a continuación. El edificio se ha venido abajo y hemos quedado atrapados con el licenciado y el velador en un reducido espacio en el que los escombros han dejado inmovilizados a los protagonistas.

El imponente diseño de producción muestra con lujo de detalle todos los elementos que rodean a los personajes. La asfixiante atmósfera nos encierra, la pantalla se ajusta para reducir todavía más el espacio y a medida que la cinta avanza se irá abriendo para conocer la devastación que ha quedado en el edificio.

Martín y Pellicer se ven forzados a convivir el uno con el otro y a interactuar con las voces de otros sobrevivientes, de los cuales desconocemos su rostro y paradero. La culpa y la eterno juego poder entre patrón y empleado crean un discurso sobre el tejido social eficaz y crudo, sin embargo dicho discurso no logra mantenerse en la totalidad de la cinta, pues rumbo a la última parte del film se torna cansado y repetitivo.

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Demián Bichir encarna a un personaje en el que reina el patetismo, el actor se ve rebasado por su coprotagonista, Héctor Bonilla ofrece un trabajo sólido que sigue la línea que el histrión ha mantenido a lo largo de su filmografía. Al estar inmovilizados, los actores deben sacar el máximo provecho de su voz y de sus gestos y ambos logran convencer casi en su totalidad, los dos recurren a interpretaciones un poco más exageradas hacia el final del filme y con eso la naturalidad que se había logrado hasta el momento se pierde de manera abrupta.

7:19 tiene desastre y humor negro, se trata de un manifiesto social que apunta a los problemas cotidianos de los mexicanos. Es una demanda a los ciudadanos que reconstruyeron sus edificios sobre los escombros sin reparar en los problemas que habían quedado descubiertos, ahora solamente hay construcciones de papel que se tambalean y esperan que no las vuelva a sacudir el temblor.