“If we do nothing, neither are we.”
El amor es algo universal, pero al mismo tiempo es lo más único que existe en el mundo. Hay muchas formas de amor, su maleabilidad nos sorprende, nos deja boquiabiertos, no hay palabras que puedan describir una sensación tan pura e inminente, pero una imagen dice más que mil palabras.
Hay un puñado de gente en el mundo con el carisma, humildad y talento que posee Guillermo del Toro. Su último trabajo es un poema íntimo que no se puede describir más que con las palabras: obra maestra.
The Shape of Watertiene todos los elementos que le encantan al director que adora lo fantástico, pero en esta ocasión los lleva a otro nivel, el toque tan personal que le añade a su historia la convierte no solamente en un cuento, sino en una elaborada pieza artesanal que por dónde quiera que se mire te dejará maravillado.
La fábula que nos cuenta del Toro es la de una princesa, una que no tiene voz. Elisa (Sally Hawkins) es una mujer muda que vive en la rutina, pero en sus ojos destella la esperanza de encontrar lo extraordinario. Nos situamos en los años 60´s, la sociedad no es lo que es hoy, por lo que la aceptación de nuestra protagonista es muy poca, al igual que la de sus dos amigos más cercanos: Zelda (Octavia Spencer) y Giles (Richard Jenkins), la primera es una compañera de trabajo afroamericana y el segundo es su vecino homosexual.
Un monstruo marino con cualidades claramente humanas llega al laboratorio en el que trabaja Elisa, su encuentro estaba predestinado, ambos incomprendidos, ambos fuera de la norma, ambos sin voz. Es aquí cuando Guillermo del Toro nos mete de lleno en una oda a lo único, a lo extraordinario, a lo inadaptado y a lo solitario.
El director no deja pasar la oportunidad de incluir en su discurso las palabras más sensibles y sinceras para todos aquellos que en alguna ocasión nos hemos sentido fuera de lugar y también destaca la fortaleza que caracteriza a estas criaturas, a sus monstruos. El camino es sin duda tormentoso, pero lleno de alegrías y con un final sumamente esperanzador. Se trata de la fábula que necesitamos seguir contando para aceptar nuestras diferencias.
Cada toma es fantástica, los colores hablan por sí mismos cuando no se tiene voz. El imponente diseño de producción no saca de la realidad y nos lleva a un imaginario del que no nos gustaría salir nunca.
La filmografía del Guillermo del Toro se ha caracterizado por su sorprendente imaginación y creaciones únicas, nos transporta a nuevas realidades con una facilidad sorprendente, pero se debe decir que con The Shape of Water ha superado las expectativas y nos ha regalado su mejor obra (hasta el momento).
Alexandre Desplat vuelve a componer un score sublime y su trabajo es fundamental ya que nos guía a través de las sensaciones y emociones de los protagonistas que (como en la vida real) no tienen voz, o al menos no podemos escucharla.
Por si no fuera suficiente con lo que del Toro logra, se le suma la brillante actuación de Sally Hawkins, la talentosa actriz se entrega a las profundas aguas y nos regala uno de los personajes más puros y magníficos que se hayan visto en la historia del cine, esta es también sin duda la mejor actuación de Hawkins cuya pureza enamora con la simple mirada.
El amor es único para cada ser que lo vive, no tiene forma, tampoco la tiene el agua y estos dos elementos se unen en un maravilloso torbellino de emociones que te roban el aliento. La experiencia que vivimos es especial, es como entrar al corazón de alguien y descubrir su más hermosa esencia.