“Did ye make some unholy bond with that goat!?”
En algún punto del S. XVII una comunidad religiosa de Nueva Inglaterra decide exiliar a una familia. Los motivos, son desconocidos y por demás irrelevantes. William (Ralph Ineson) junto a su esposa Katherine (Kate Dickie) [una pareja muy a la Westeros] y con sus 5 hijos comienzan un viaje a su nuevo hogar a la orilla de uno de los más siniestros bosques que se pueden imaginar.
Ya instalados en sus obscuros y solitarios aposentos la vida parece ir sin complicaciones. La hija mayor, Thomasin (Anya Taylor-Joy), cuida a su pequeño hermano que aún no es capaz de caminar, tras perderlo de vista un segundo el niño desaparece. Thomasin, desesperada, no comprende el suceso ¿Cómo es posible que en un parpadeo un bebé haya desaparecido del perímetro? Nosotros, como espectadores, sabemos que un mítico ser de capa roja ha robado al niño. La angustia aumenta en la familia que poco a poco comienza a sumergirse en los horrores de lo sobrenatural. Thomasin se detiene impotente ante el sombrío grupo de árboles que parecen retarla a entrar al bosque.
The Witch, ópera prima de Robert Eggers, es una de las cintas más refrescantes e innovadoras que el género del horror ha dado en los últimos años. Eggers hace maravillas con un bajo presupuesto, el montaje se toma su tiempo para generar una apabullante tensión que mantiene activo el ritmo de la película. Cada sorpresiva aparición o exaltación se encuentra perfectamente medida y sincronizada obteniendo así el máximo impacto en el espectador.
La historia está inspirada en hechos reales, el guión fue basado en diarios, declaraciones y registros de corte de esa época, dicha situación combinada con un diseño de producción que cuida cada detalle de lo que aparece a cuadro nos envuelve y atrapa más en la atmósfera de la época y genera un sentimiento de realidad y autenticidad que pocas veces vemos. Nos convertimos en un habitante puritano más que ronda sigilosamente los alrededores de la casa.
El triunfo del reparto al encarnar una historia embrujada sin precedentes es evidente, pero la verdadera MVP es Anya Taylor-Joy quien se convierte en una parte esencial para disfrutar el fenómeno al que nos enfrentamos. No con menos importancia se debe destacar la participación del reparto no-humano, refiriéndome, por supuesto, a la diabólica cabra Black Phillip su presencia en la cinta es, junto con Taylor-Joy, un verdadero agasajo que eriza la piel. Otro elemento, que es verdaderamente perturbador (en el más extraño de los sentidos) es la participación de los gemelos, quienes cantan alegremente alabanzas a la cabra negra con la que hablan (como si estuvieran cantando cualquier canción infantil).
Cada imagen es acompañada de una punzante banda sonora que agudiza y enfatiza las acciones que está por ocurrir. Si bien la música ha sido empleada en las cintas del género para acentuar el miedo o anticipar, el ya clásico y abusado jump scare, The Witch la utiliza de hilo conductor durante todo el film, haciéndola parte fundamental de la experiencia que nos proporciona la película.
Eggers le dice adiós a las scream queens y le abre los brazos a personajes femeninos determinados que tanta falta hacen en el cine. La sexualidad es un tema recurrente en The Witch, o bien la negación de ésta. Thomasin, quien se encuentra en una etapa de desarrollo físico, será atacada por su familia por incitar a sus hermanos menores con su nuevo cuerpo de mujer, que bien podría ser el cuerpo de una bruja, bañada con el pecado original.
Los últimos y electrizantes minutos de la película la consagran a niveles insospechables. La bruja es el personaje más presente en la pantalla, cualquiera puede ser como la mujer de la capa roja que devoraba al hermano de Thomasin como Saturno a su hijo. Al concluir la proyección una extraña sensación de deleite se expande por el cuerpo, ¿es acaso la culpa del pecado original que ha recaído sobre nosotros la que no nos permite vivir deliciosamente?
¡Hail Black Phillip!