“Maybe I´ll even get more attention than that mountain.”
Las imágenes de archivo en blanco y negro abren la cinta, mientras escuchamos sobre los escalofriantes sucesos ocurridos en Tajford, Noruega en 1934, en el que una ola gigante provocada por el inmenso deslave de una montaña arrasó un pequeño pueblo y dejó un saldo de 47 muertos. El antecedente sirve para contextualizar al espectador en el relato que nos contarán en La Última Ola (Bølgen).
La historia nos sitúa en tiempos contemporáneos en el pequeño pueblo de Geiranger, Noruega, situada al pie de la montaña Akerneset. Un grupo de geólogos se ha encargado de monitorear los movimientos de la montaña con la finalidad de prevenir a la gente cuando ocurra un deslave y provoque la llegada de una gran ola, si algo sabemos desde el inicio es que dicho tsunami llegará y todos los habitantes de la región son conscientes de ello.
Todo sigue sin novedad en el centro de investigación geológica, salvo por el hecho de que Kristian (Kristoffer Joner) se irá del poblado para aprovechar una oportunidad laboral. Durante la primera parte del filme conoceremos a Kristian y a su familia (esposa y dos hijos, uno adolescente y otra menor de edad), a través de secuencias de la vida cotidiana de los protagonistas la cinta toma un rumbo más humanitario que desastroso. Veremos, en efecto, una película de desastres naturales, pero en esta ocasión los protagonistas no serán súper hombres que sobreviven a todo, sino seres humanos de carne y hueso.
Roar Uthaug (director del film) se concentra en crear tensión desde el primer momento, las secuencias introductorias con material de archivo no tienen únicamente la intención de contextualizarnos con los hechos, sino la de mostrarnos que el peligro se encuentra presente a cada segundo, por más calmado que se vea el panorama en el fiordo de Geiranger. Mientras la última ola se forma el estrés se acrecienta, para el momento en que el tsunami golpea estamos listos para gritar: ¡Corre! A todo pulmón.
El trabajo del cinefotógrafo John Christian Rosenlund nos retrata los impresionantes paisajes que componen los fiordos del país, pero también logra empapar la cámara con tomas llenas de destrucción y desolación tras el intenso paso de la naturaleza. Los efectos visuales logrados para recrear la gran ola son brutales, la sensación de realidad es inmensa, el impacto que todos esperamos durante la película se encuentra lleno de secuencias en las que los visuales no le piden nada a los de las grandes producciones hollywoodenses, inclusive dejan en ridículo a varias que con, al menos, 10 veces más presupuesto logran resultados deficientes.
Hablar de que el cine noruego revoluciona, con Bølgen, el cine de desastres naturales sería mentira. Uthaug retoma los elementos clásicos y los incorpora a su última ola, todos los clichés a los que nos tienen acostumbrados este tipo de cintas aparecen en la película noruega, eso tampoco quiere decir que eso la haga dejar de funcionar o la convierta en una película que podría ser protagonizada por el inmortal The Rock.
La segunda parte de La Última Ola es más convencional, la familia debe luchar contra las consecuencias del tsunami para poder volver a encontrarse. El sentimentalismo, los reencuentros y la gente llorando llenan la pantalla, pero hay algo diferente, la voluntad humana que reflejan los protagonistas los acercan más a los que estamos sentados viendo su supervivencia.
Lo más aterrador, sin duda, es que el suceso que vimos en pantalla puede ocurrir en cualquier momento, los 10 minutos de escape para que no te lleve la corriente son reales, a pesar de no vivir en los fiordos de Noruega la posibilidad de enfrentarnos a cualquier situación provocada por la naturaleza que exija nuestras mejores habilidades para salir adelante es algo que no nos gusta pensar, pero siempre está presente.