“I saw her…I saw her from the train.”
Una mujer viaja en un tren todos los días, su voz narra el recorrido, que más bien parece rutina, su mismo asiento y muchas veces las mismas caras. Es capaz de reconocer los paisajes y viviendas que verá diario e inclusive esperarlos con ansias, sobre todo una casa particular en la que habita una pareja joven y atractiva, a quienes considera el ejemplo perfecto de la relación ideal, sin siquiera conocerlos.
Rachel (Emily Blunt) es esa mujer, sentada en el mismo asiento todos los días a la misma hora, su vida transcurre en despertar ir al centro de la ciudad y volver a casa en ese tren y bueno también está la parte en la que se emborracha a diario. Su vida ha perdido sentido desde que su ex esposo Tom (Justin Theroux) la dejó e hiciera una nueva vida. Rachel se dio a la bebida y marca constantemente al hombre que todavía ama y a su ahora mujer Anna (Rebecca Ferguson). Ha tenido varios episodios de acoso severo y de invasión de propiedad privada. ¿Denuncias, orden de restricción? Nah eso no es para Rachel, su ex lo tiene todo bajo control (o_O).
La aparente “estabilidad” de Rachel se verá puesta a prueba cuando vea a la distancia a Megan (Haley Bennett) engañando a su esposo Scott (Luke Evans), la pareja perfecta que no conoce y con la que está obsesionada. Posteriormente Megan será reportada como desaparecida y Rachel habrá amanecido con sangre en su ropa y una intensa laguna mental preguntándose ¿Qué pasó ayer?. Aquí comienza el misterio de la chica del tren.
Tate Taylor dirige The girl on the train basada en el best seller homónimo de Paula Hawkins. El director toma el material bibliográfico para adaptar una versión lineal que no logra sostener el suspenso ni la intriga. Su forma se asemeja más a un episodio de cualquier programa de detectives de televisión que a cualquier película con la que pudiéramos asociarla.
Taylor nos hace creer que el relato será visto desde la perspectiva de las tres mujeres protagonistas pero la gente de marketing, el equipo creativo y nosotros sabemos que es el show de Emily Blunt y que las otras dos involucradas tendrán un papel por demás reducido.
La narrativa no logra hacer que nuestra atención permanezca y la primera mitad de The girl on the train realmente puede parecer bastante simple y aburrida y en efecto lo es, la premisa inicial se repite una y otra vez provocando que la mente se sienta libre de divagar por detalles de poca importancia.
Las actuaciones femeninas son un gancho que nos permite seguir viendo la película pues las tres actrices ofrecen un gran trabajo. Por supuesto, Emily Blunt, brilla con un papel, que de haber sido mejor escrito, hubiera sido una bomba. Blunt es vulnerable, es una mujer devastada y en decadencia que intenta convencerse de que ella no es la culpable del crimen (y aparentemente es la única que cree haberlo hecho pues todos los personajes que aparecen muestran más motivos que ella para haber cometido el crimen, just saying). Emily Blunt ebria es una mujer divertida, de esas personas a las que puedes aguantar un par de horas en una fiesta y pasarla bien, pero no para tenerla a tu lado en todo momento.
Las participaciones masculinas no son tan interesantes como el girl power de la cinta. Luke Evans es reducido a un cliché y a tomas de su playera pegada a sus músculos. Desafortunadamente Edgar Ramírez tiene un papel muy corto, tiene muy pocas escenas y no le permiten al actor explotar su talento, hubiera sido más que agradecido tener más de Ramírez en pantalla.
Taylor no juega con los elementos del género, ni del cine, para mejorar su relato. Deja pasar de largo muchas oportunidades para explotar temáticas que surgen naturalmente, por ejemplo la carga de erotismo de la que se hablaba en el rodaje de la cinta, misma que anticipan en los avances y que le da la clasificación que tiene a la película nunca llega del todo. El director deja muchas secuencias y temas al borde, al ya merito, pero después se olvida garrafalmente de ellos, pero nosotros no.
Danny Elfman es el encargado de realizar el score para la película y la elección no pudo ser más acertada, la música de Elfman es uno de los factores que nos hacen permanecer hasta el final de la historia.
El tercer acto en The girl on the train es justamente lo que tuvo que haber sido toda la película. El misterio y los giros sorpresivos están trabajados de una buena manera, realmente son sorpresas por la forma en que son abordados. Al fin en los últimos minutos tenemos el thriller que esperábamos desde el primer instante.
La sensación que deja The girl on the train es agridulce, sabemos que pudo haber sido más pero se quedó en el límite, no fue más allá, prefirió seguir las vías rectas y aburridas del tren que, como Rachel, estaba destinado a seguir el mismo camino una y otra vez sin permitirnos bajarnos de él.