“I’m the gringo who always delivers.”
La corrupción, el tráfico de drogas y armas, el lavado de dinero y el narcotráfico se han vuelto el pan de cada día en prácticamente todo el mundo, todos los estratos sociales se encuentran involucrados y al tanto de alguna forma de lo que sucede a su alrededor.
American Made se basa en la historia real de Barry Seal, un piloto de vuelos comerciales que es abordado por la CIA para trabajar con ellos sacando fotografías aéreas que ayuden a las operaciones de Estados Unidos en Centroamérica. Ese es solamente el inicio de del CV de Barry, que está apunto de ampliarse de manera brutal al trabajar para el creciente cartel de Medellín junto al mismísimo Pablo Escobar hasta seguir escalando en su gobierno nacional ¿Y cómo fue que logró tanto? Sencillo, Seal era el gringo que siempre entregaba.
Doug Liman, el encargado de traernos el inicio de la franquicia Bourne, se encarga de contarnos una historia verdaderamente sorprendente y la forma en que lo hace es realmente muy entretenida. El director es consciente de que su cinta es un one man show y se encarga de proveer a su protagonista todos los elementos indicados para que pueda lucirse y no aburrir a la audiencia con una historia que pudo haber sido fácilmente contada de la manera más plana en un especial televisivo.
El encargado de dar vida a Barry Seal es Tom Cruise, nos guste o no, una de las estrellas más influyentes en el Hollywood contemporáneo. Es cierto que el actor nos ha traído varias de las grandes decepciones de los últimos años, destacando el rotundo fracaso de The Mummy hace unos meses, pero también es innegable que al tener personajes interesantes y siendo bien dirigido nos ha logrado sorprender, como lo hiciera con Magnolia o Eyes Wide Shut.
El relato nos cambia constantemente de locaciones e introduce rápidamente nuevos personajes cuya relevancia para el desarrollo de los sucesos es fundamental, era bastante fácil que nos perdiéramos con tanta información, pero Liman recurre a una comedia bastante ácida, que al mismo tiempo caracteriza a nuestro antihéroe, y a animaciones de mapas con chistes que dejan todo en perfecta claridad y al mismo tiempo obtienen toda nuestra atención.
Cubrimos un gran lapso de tiempo en la cinta y, aunque por momentos puede sentirse pesada, basta un cambio dramático o una sorpresa para los personajes y para nosotros, para traernos de vuelta.
Tom Cruise tiene un imán que nos hace querer seguir viéndolo en pantalla (claramente en sus mejores papeles únicamente), posee un carisma natural que le queda como anillo al dedo a este tipo de personajes en los que se desenvuelve con naturalidad. El perfecto caos en el que se transforma su vida, la paranoia que lo ataca solamente pueden llevarlo a un descontrol brutal y es en ese momento en el que Cruise brilla más como actor.
En papeles totalmente secundarios Domhnall Gleeson y Sarah Wright logran dar la nota para seguirle el paso a Cruise. Gleeson sigue sorprendiendo con buenos trabajos que ruegan por más protagónicos, mientras que Wright se desarrolla con versatilidad como la contraparte femenina de la película y no le queda debiendo a nadie.
American Made es la historia desclasificada que tenía que ser contada de forma ingeniosa para funcionar y al mismo tiempo ser efectiva. Es un capítulo desconocido en la historia que se encarga de explicar la forma en que operan las grandes instituciones que nos rigen, el sentido patriótico obtiene el trato irónico en su máxima potencia, elimina la fórmula y se despide de este mundo con una fugaz carcajada recordando que todo tiene su precio.