“If you had to choose between them, which would you said is the best?”
¿Qué es la justicia? ¿Existe el karma? ¿Es mejor tomar justicia por mano propia cuando no vemos nuestras demandas cumplidas? Estas son algunas de las preguntas que seguramente han pasado por la cabeza de todos nosotros cuando nos enfrentamos a una situación o acto injusto y es que no podemos ver saciado aquel sentimiento de igualdad que se expresa mejor con el ya conocido ojo por ojo, nos es imposible alcanzar la felicidad sabiendo que el otro ganó y no obtuvo su merecido. Enfermo, sí, pero así es la realidad.
Era solamente cuestión de tiempo para que la voz cinematográfica por excelencia, Yorgos Lanthimos, nos presentará, en su ya muy peculiar estilo, su acercamiento a esta torcida pare de nuestra psique y que la explorará en situaciones límite comprometiendo nuestra integridad, moral y hasta nuestra propia humanidad. Todo eso lo logra en su bizarra y estupenda The Killing of a Sacred Deer.
Steven (Colin Farrell) es un cirujano con un buen puesto dentro del hospital que labora, vive en una lujosa casa en un muy lindo vecindario, tiene una bella esposa, Anna (Nicole Kidman) y dos hijos Kim (Raffey Cassidy) y Bob (Sunny Suljic). Su vida suena perfecta, pero las apariencias engañan en este mundo de imágenes y prestigio. Steven tiene reuniones ocasionales con Martin (Barry Keoghan), un joven con quien, aparentemente, no comparte ningún vínculo, pero siente una obligación por estar presente con él.
Decir más sobre The Killing of a Sacred Deer implicaría revelar de más, sin embargo, basta decir que el título es bastante explicativo y que quedará más que clarificado al finalizar la cinta. El guión realizado por Lanthimos y su habitual colaborador Efthymis Filippou es intenso y brutal, cada momento es más absurdo y obscuro que el que le precedió, lo que convierte al filme en una montaña rusa que amenaza con soltarnos en caída libre en el punto más alto.
Una vez más Thimios Bakatakis crea un mundo disonante con su trabajo en la cámara, nos ofrece perspectivas y encuadres que van de la meticulosa perfección a la más alterante discordancia, se mueve con cautela en un mundo, que, aunque muy similar al nuestro, se siente totalmente ajeno, es mecánico.
La cinta se viste de gala con la participación de Johnnie Burns en el diseño sonoro, el talentoso compositor es el responsable de colocar la cereza del pastel en una realidad que es totalmente escalofriante. Las cuerdas parecen estar cerca de reventar justo al lado de nuestros oídos e intensifican una atmósfera que es por demás hostil.
Farrell y Lanthimos vuelven a hacer una dupla perfecta, de hecho, debería existir una petición que los obligará a trabajar juntos siempre. El actor comprende a la perfección el ritmo del director y adopta una interpretación antinaturalista que supera su trabajo en The Lobster, el protagonismo y el personaje le quedan como anillo al dedo y la forma en que Lanthimos desarrolla a Steven es orgánica a más no poder.
Nicole Kidman trabaja nuevamente con Farrell y, a pesar de tener un rol bastante secundario, luce de manera tremenda (como suele hacerlo) y nos remite inmediatamente a la interpretación que nos regaló hace unos años en Eyes Wide Shut. Los niños también se llevan los aplausos, el tercer acto es totalmente de ellos, además Raffey Cassidy interpreta una versión a capella de la canción Burn que va de lo absurdo a lo genial.
Si a alguien se le debe una mención totalmente aparte ese tendría que ser Barry Keoghan, los mayores momentos WTF del año son todos de él, su interpretación va de lo malévolo a lo divino, hay algo en él que te produce lástima, pero al mismo tiempo sabes que algo oculta y te gustaría verlo arder en la hoguera, las sensaciones que despierta son contradictorias, justo como la cinta en la que aparece.
Lanthimos dirige una película divisiva, que tendrá muy contentos a sus fanáticos y un tanto desconcertados a aquellos que no estén familiarizados con su trabajo. The Killing of a Sacred Deer funciona como una tremenda síntesis de su exitosa filmografía y podemos ver cada una de sus cintas presentes en ella, el griego se encuentra en su elemento y no para de sorprendernos.
The Killing of a Sacred Deer es brutal, cruda y absurda. Lo robótico y mecánico dentro de la sociedad, dentro del desarrollo de los citadinos y las clases sociales son abordados con agudeza, el ataque no cesa y llega por todos lados. Es un thriller que te emociona, conmociona y aterra en formas iguales, la única sensación que tienes al finalizar la cinta es de un tremendo vacío y se eso se puede apreciar al momento de dejar la sala de cine en la que ningún alma es capaz de decir palabra alguna.