“Serve in Heaven or reign in Hell?”
Una de las preguntas clave en la historia del ser humano se refiere a nuestro propio origen, las teorías y creencias son variadas y depende mucho de cada individuo lo que decida adoptar como estimación. Es un hecho que la interrogante ocupa gran parte de los misterios de la vida, razón por la cual siempre nos encontramos en busca de nuestro creador o de aquellos elementos que hicieron que nosotros fuéramos posibles.
El casi octogenario Ridley Scott nos entrega la segunda parte de su nueva trilogía que se centra en los orígenes de la bestia que protagoniza uno de sus filmes más emblemáticos: Alien. Cuando supimos que volveríamos al universo que vio nacer a Ellen Ripley la emoción de todos los fanáticos era sobrehumana, cuando al fin llegó la fallida Promethus la decepción fue masiva, razón por la cual se tomó a la segunda entrega, Alien: Covenant, con cierto escepticismo.
La historia de Covenant nos presenta a una nueva tripulación que se embarca a un nuevo destino para iniciar una colonia. Tras un accidente que acaba con la vida del capitán del equipo y los despierta de su sueño 7 años antes de llegar a su destino, los viajeros encuentran un nuevo planeta que les ofrece mejores opciones de supervivencia, lo que no saben es que se encontrarán con (¿spoiler?) con una forma de vida desconocida que amenaza con destruirlos.
El prólogo de la cinta retoma la parte más encantadora de Promethus (y no me refiero al siempre genial Fassbender) en la que el tema de la creación y al mismo tiempo el significado de la vida y nuestro propósito nos fascinan en las palabras y preguntas que David (Michael Fassbender) le hace a su creador. El tono que se establece desde el comienzo es fascinante, verdaderamente nos encierra en la esencia de todo lo que nos espera de una manera magistral.
Lo que sigue es conocer a los integrantes del Covenant, Scott nos lleva de regreso a la fórmula clásica (que funciona bastante bien) en la que no debemos encariñarnos con ninguno de los integrantes ya que todos son carne de cañón al momento de la batalla. Pasamos los primeros 40 minutos conociendo a los pasajeros, a la gran mayoría de manera superficial y a otros como el androide Walter (Michael Fassbender) y Daniels (Katherine Waterston) nuestra heroína, mucho más a fondo.
Al inicio de Alien: Covenant parece que no habrá relación alguna con su predecesora, pero esa idea no puede estar más equivocada, pues tendremos la aparición de David en la segunda mitad tomando la batuta de la cinta. La manera en que ambas conectan es excelsa, al ver Covenant comprendemos mucho de lo que Scott plasma en Promethus y todo comienza a tener sentido, nos hace reconsiderar el veredicto final que se le dio al filme.
Scott ocupa lo mejor de la franquicia de Alien para mantener al público entretenido y contento, pero desde que David aparece sabemos que la destrucción de la tripulación uno a uno es solamente un medio para adentrarnos más en los orígenes del Xenomorfo y en las cuestiones más ontológicas que los androides y los humanos comparten de una manera intensa.
No es solamente la historia lo que hace de Alien: Covenant una cinta entretenida e intensa, es el magistral Michael Fassbender el que verdaderamente se adueña de cada cuadro, esta es su cinta y nos lo hace saber desde el principio y no podríamos estar más felices al respecto. La dualidad que encarna el actor es sutil y elegante, cada uno de sus personajes tiene matices únicos que nos hacen reconocerlo siempre, su David es sin duda su interpretación más compleja, una en la que cada gesto y movimiento se encuentra totalmente controlada, de igual forma logra crear un halo de sensualidad y erotismo que no puede pasar desapercibido. Fassbender ofrece un beso sin precedentes y lanza una de las líneas que quedaran inmortalizadas en la eternidad: “I´ll do the fingering”.
El resto del multiestelar cast pasará sin pena ni gloria, habrá poco momentos para que los grandes nombres como Demián Bichir y Carmen Ejogo hagan una aparición relevante, un 90% de la tripulación del Covenant no cuenta con algo que nos haga preocuparnos por ellos, Scott los deja al intemperie con un déficit narrativo. La que no pasa desapercibida es nuestra heroína, Katherine Waterston quien tiene su momento para meterse en la aguerrida esencia de Ripley y nos regala secuencias emocionantes ya entrada la recta final de la cinta.
La parte visual no queda mal, el diseño del Xenomorfo y sus movimientos son realmente convincentes, el diseño de producción, sobre todo en interiores, se encuentra muy cuidado y nos sumerge en la carrera por la vida de cada uno de sus personajes.
Alien: Covenant tiene sus desperfectos, pero es todo su conjunto lo que la hace atractiva y electrizante. Scott pierde de vista muchos detalles en la forma, pero jamás descuida la esencia y ese es justamente el acierto que la hace fascinante. La creación, la necesidad de saber de dónde venimos y cuál es nuestro propósito es la interrogante central, es la premisa que guía las acciones de los implicados y nos sumerge en una búsqueda interminable por un significado. Covenant nos lleva al maravillosos y peligroso juego que supone crear vida, enseña el mismo riesgo que Ícaro tomó al volar tan cerca del Sol, uno cuyo final podemos vislumbrar.