El nuevo mundo

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“To dream to seek the unknown. To look for what is beautiful is its own reward. A man’s reach should exceed his grasp, or what’s a heaven for?”

Cuando los europeos comenzaron a realizar viajes de exploración a América ninguno quería quedarse sin una rebanada de pastel, el oro les llamaba a mucho, pero era la aventura lo que atraía a unos cuantos, atravesar el mar y descubrir por completo el (todavía) nuevo (y desconocido) mundo, esa era la verdadera recompensa.

Muchos hombres que salieron al mar tienen una historia conocida, pero hubo muchos exploradores cuyos descubrimientos y hazañas no son por todos conocidas. Tal es el caso de Percy Fawcett, cuya búsqueda incansable por la ciudad pérdida de “Z” fue su propia perdición. Desde comienzos de 1900 Fawcett participó en diversas expediciones que se convirtieron en su obsesión.

James Gray dirige The Lost City of Z basado en el libro homónimo de David Grann en el que se relatan los trayectos y vida de Percy Fawcett (Charlie Hunnam). El director verdaderamente goza con una historia que parece haber estado predestinada para él, su estilo y evocación del pasado nos transportan a una realidad totalmente diferente.

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Desde el comienzo del relato seremos testigos de las limitantes que Fawcett tiene debido a su línea sanguínea, pero eso no lo detiene para saciar su sed de aventura, razón por la cual cuando se le encomienda la tarea de trazar el mapa entre la conflictiva frontera de Bolivia y Brasil acepta sin dudarlo. Deja a su esposa (Sienna Miller) y a su familia atrás y se embarca a nuevas tierras. Durante su viaje será acompañado por Henry Costin (Robert Pattinson), quien se convertirá en un gran amigo y compañero de múltiples expediciones por venir. Es esta tarea en la que descubre vestigios de una civilización pérdida e internada en el Amazonas, su descubrimiento lo llena de esperanza y a sus compatriotas ingleses de ambición por lo que lo financiarán para volver y encontrar aquella ciudad prometida…y por supuesto todo el oro que pueda tener oculto.

Gray realiza un trabajo soberbio, matizado y texturizado a la antigua, es sin duda un homenaje directo al cine clásico norteamericano, pero no uno extravagante, sino uno mucho más sutil y elegante, uno que no teme a los ritmos de décadas atrás y cuya filmación nos traslada directamente a otra época, esa es la verdadera magia de esta cinta, una que el cine parece haber olvidado.

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Uno podría pensar que, al tratarse de una cinta que se interna en lo profundo de la selva amazónica, las persecuciones e intensas guerras con los locales le darían el toque de acción al que nos acostumbró Indiana Jones, pero The Lost City of Z sobrepasa esos elementos, por supuesto hay nativos, ataques y hasta pirañas, pero Gray se preocupa más por elevar los motivos y las acciones del momento que por tejer una historia de sucesos entrelazados que culminen en un clímax clásico.

El caminar pausado del filme nos permite apreciar los detalles y los instantes que lo componen de una manera clara, mientras nos adentramos más en las aguas del Amazonas también lo hacemos en la mente del protagonista y para cuando los años han pasado nos sentimos tan apegados a él y a sus deseos que lo comprendemos sin necesidad de que diga palabra, él no es un hombre de familia es un aventurero.

La deslumbrante cinefotografía, cortesía de Darius Khondji, nos lleva con tranquilos ecos a un mundo inexplorado, cuya naturaleza basta para asombrarnos, es sencillo perderse en la basta vegetación que nos rodea, pero no por su abundancia, sino por la forma en que es captada; es fácil comprender el amor de Fawcett por esas tierras y él porque nunca pudo dejarlas ir.

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Charile Hunnam parece al fin haber encontrado el papel en el que sus características y habilidades rinden los resultados adecuados, el actor se luce como protagonista y se sumerge junto con el director en el personaje. Quien sin duda sigue llevándose la gloria es Robert Pattinson, cuyas interpretaciones en papeles secundarios (y protagónicos) han sido sobresalientes en los últimos años y The Lost City of Z no es la excepción.

La verdadera grandeza de toda anécdota no radica en el destino sino en el viaje, y lo mismo sucede con The Lost City of Z, cuya principal virtud radica en la apreciación del presente, más que en lo que le pueda seguir. Gray ha aprendido bien las tradiciones de su cine y al igual que su protagonista ve en el pasado grandezas que otros han preferido ignorar, solamente que ahora él las trae de vuelta a través de sus imágenes.