“Do you have any dreams?”
La juventud es algo codiciado, algo envidiable. Todo el mundo dice vive mientras eres joven, incontables canciones narran las aventuras que se viven en la que debería ser la parte más bella e intensa de la vida. Hablar sobre el momento en el que se es joven es relativo, siempre volvemos al pasado sintiendo que hace unos ayeres fue aquel momento de disfrute, pero realmente nunca sabemos cuándo llegó la juventud, cuando volteamos se ha esfumado, parece lejana como un sueño.
Andrea Arnold ha logrado encapsular toda la desesperación, vulnerabilidad e inexperiencia que conlleva ser joven en la cinta American Honey. Durante las primeras secuencias conoceremos a Star (Sasha Lane) una adolescente que busca en un basurero comida para ella y sus dos pequeños hermanos, su vida está por tomar un giro de 180° cuando una camioneta llena de personas de su edad se estaciona en el supermercado que se encuentra frente a ella. Su mirada se cruzará con la de Jake (Shia LaBeouf), la escena es mágica, Rihanna suena de fondo con We found Love, canción que se convertirá en himno del viaje y que retrata exactamente lo que viven los personajes, han encontrado amor en un lugar sin esperanzas, en un sitio que se ha olvidado de ellos.
Jake le ofrece a Star unirse a su grupo para vender revistas a lo largo de los Estados Unidos, le promete fiesta y pertenecer a algo. Star no tiene nada que la detenga, así que abandonará la invisibilidad para poder formar parte de un grupo de personas, que al igual que ella, han sido ignorados por la sociedad.
El grupo se maneja como una comuna o una tribu, tienen reglas que los rigen y una matriarca, Krystal (Riley Keough), quien dirige a la horda juvenil y los lleva por una senda que los (la) lleva a ganar dinero, mismo que sostiene el road trip eterno en el que se encuentran. Los miembros del grupo son identificables, pero ninguno, excepto los ya mencionados y Pagan (Arielle Holmes), logran tener un rasgo distintivo, identificamos sus cuerpos y sus rostros pero no profundizamos en sus problemáticas. La cohesión del grupo depende directamente de las experiencias que comparten, todos son de diferentes partes del mundo, pero ahora solamente se tienen los unos a los otros y de alguna forma nosotros también nos sumamos al peculiar conjunto.
El estilo de Arnold nos permite deambular libremente por un mundo que ha sido capturado en una burbuja, el dinamismo que ofrece en su discurso nos mantiene alerta, a través de las situaciones que observamos la tensión se acrecienta y cuando llega el momento de liberarla lo hacemos en grande, la fiesta y las risas abundan aún en los terrenos más peligrosos, cuando somos jóvenes no nos detenemos a pensar en las consecuencias de nuestras acciones ni en los peligros a los que nos exponen.
El ojo de Robbie Ryan nos lleva a través de imágenes de belleza inmaculada, el aspect ratio de 4:3 elegido por Arnold nos encierra en majestuosos paisajes de los que no perdemos detalle alguno. Ryan juega con las luces en cada fotograma, el sol baña a sus personajes e ilumina los amplios campos por los que transitan. Los elementos que rodean al grupo cobran vida, los insectos y las fotografías en las paredes deslumbran y dejan ver mucho más de lo que se oculta. Las llamas de una fábrica se elevan por el cielo mientas son testigos de la alocada juventud que yace a sus pies.
La selección sonora atrae la atención desde el primer momento. Una combinación ecléctica de rap y pop resuena en nuestros oídos, el volumen es alto, como en una fiesta y podemos sentir que somos parte de ella. Las canciones unen a los jóvenes, son vestigios de su experiencia, son palabras que les permiten recordar que lo que han vivido es real, son los lazos que los unen con sus compañeros. Arnold maneja el sonido de manera excepcional, a través de uno de los más emblemáticos soundtracks de los últimos años logra transmitir el sentimiento de comunidad que abunda en American Honey, la forma en que mezcla cada situación con cada canción sobrepasa la pantalla y ofrece un nuevo mundo de emociones. Una de las secuencias más intensas y memorables de la cinta obtiene su potencia justamente de la mezcla imagen/sonido y ocurre cuando el grupo de jóvenes regresan de trabajar y en la radio suena American Honey de Lady Antebellum, la letra nos recuerda el viaje, los miembros de la tribu unen sus voces para cantar la canción al unísono, sus vidas se han unido por siempre, el momento es épico y recuerda aquella secuencia de Almost Famous con su Tiny Dancer, llevan tatuada la letra en la piel.
Sasha Lane ofrece una actuación explosiva, la novata es la estrella de la película y nos lo recuerda cada vez que aparece en pantalla, sus impulsos se miran naturales, no sabemos en qué lugar terminaremos mientras le seguimos el paso a Star. Shia LaBeouf demuestra una vez más que se puede alejar del personaje de chico bueno en el que lo recordamos, su Jake es una especie de gurú del que disfrutamos cada escena, LaBeouf prueba que es capaz de explotar su potencial en las manos correctas.
La juventud es trágica, desaparece en un instante, su presencia en nuestra vida es apenas percibida, pero el sabor que nos deja es eterno. Let us die young or let us live forever, we don’t have the power, but we never say never, itting in a sandpit, life is a short trip…the music’s for the sad man, tal vez jamás seamos capaces de revivir aquel sentimiento que que nos hacía querer siempre más, aquellas ambición con la que queríamos comernos al mundo, un sentimiento de juventud en el que nos gustaría estar atrapados por siempre, pero Andrea Arnold nos regala, aunque sea por un momento, la oportunidad de ser jóvenes de nuevo, de ser jóvenes por siempre.