“I killed you by coming here.”
Habían pasado 10 años sin tener un largometraje de Paul Verhoeven, un director que se ha caracterizado por su intensa versatilidad y por la claridad e ingenio plasmado en sus discursos, el director ataca al género que se avoca, lo retuerce y exprime hasta que no se parezca a nada de lo que la fórmula dicta, sólo para luego volver a él con más claridad, pero de una manera distinta, de una forma totalmente nueva.
Elle es un thriller psicológico con tintes de comedia negra sobre la violación de una mujer. Durante los primeros minutos seremos testigos del violento acto en el que Michéle (Isabelle Huppert) es violada por un extraño enmascarado mientras su gato observa silente. Todo ocurre rápidamente, pero eso no quiere decir que el impacto de la secuencia sea menor; el atacante se levanta y se va al terminar, Michéle se incorporará lentamente y levantará el caos causado por su encuentro.
Si creíamos que el evento desafortunado que vivió la protagonista se convertiría en un hecho que iniciaría una devastación en su vida y la tumbaría por completo estábamos totalmente equivocados, pues su realidad es tan retorcida como la existencia misma. Michéle es hija de un asesino psicópata, que debe lidiar con su madre, una mujer mayor que se acuesta con hombres mucho más jóvenes que ella, al igual que con su hijo quien se encuentra atascado en un matrimonio destinado al fracaso; es además la encargada de dirigir una empresa de diseño de videojuegos junto con su mejor amiga, cuyo marido se ha convertido en su amante y eso es solamente el comienzo. Michéle es una verdadera joya y su vida es el melodrama más grande que se pudo haber orquestado.
Verhoeven nos sumerge con agudeza en la psique de su personaje y es gracias a la naturaleza que ha esbozado en ella que el meollo del asunto (la violación) cobra una puntual importancia en la vida de una mujer que parece haber encontrado justamente lo que hacía falta de una manera poco usual y ahora se encuentra empoderada.
Elle es una encrucijada, es una serie de juegos contradictorios que nos ponen en jaque, pues los hechos que atestiguamos parecen incorrectos, pero por alguna razón producen sensaciones distintas a las esperadas. Las emociones que Verhoeven despierta en el espectador van más allá de lo cotidiano y lo usual, nos convertimos en fichas de un tablero que cambia a cada minuto y es eso precisamente lo que lo hace tan disfrutable.
Michéle intentará encontrar a su agresor para obtener su “venganza” o lo que sea que ella entienda por venganza y ¿spoiler?, lo encuentra poco antes de la mitad de la película, elemento que le permite a Verhoeven jugar con las posibilidades que sus personajes le brindan y créanme cuando les digo que son muchas más de las que se pueden haber imaginado en primer lugar.
Nada de la espectacularidad de Elle hubiera sido posible sin la inmortal Isabelle Huppert, la actriz convierte la cinta en un show de una sola mujer y se adueña por completo de la cámara. La intensidad con la que vive las emociones de su personaje es palpable, los sentimientos que experimenta son contradictoriamente deliciosos y dotan de misterio, engaño y desagrado a todo el relato. Huppert es un monstruo, Huppert es Elle y es al mismo tiempo todos aquellos deseos reprimidos que cualquiera de nuestras retorcidas mentes pudo haber idealizado, todo lo sucio, todo lo malo, pero también lo bueno y lo excitante. Suena y parece discordante y lo es, pero es porque todos lo somos y Huppert entiende y plasma la sensación cruda y real.
Verhoeven es un maestro del thriller erótico y sexual y utiliza todas sus habilidades para convertir su cinta en un espectáculo de represión, de deseos y eventualmente de liberación. No es la película que esperamos ver sobre la violación de una mujer y su posición de víctima frente al atacante, y eso es lo apremiante; el director voltea y tergiversa los conceptos de una manera que desafía al concepto por sí mismo. En ningún momento se demerita la gravedad del acto, pero tal vez, en este caso, la víctima no era una víctima a final de cuentas.
Elle es, en efecto, una serie de juegos contradictorios y la forma en que Paul Verhoeven orquesta cada uno de ellos los hace parecer lógicos. Nada es lo que parece en este desfile de enmascarados que buscan escapar, a su propio modo, de un encapuchado que los persigue; Elle nos permite levantar la máscara y conocer el rostro de los miedos y deseos y, de una retorcida forma, encontrar en ellos la manera de seguir adelante.