La mesa redonda

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I’m not getting drawn into this mess! There’s an army of you, there’s only one of me!

Los caballeros de la mesa redonda, el mago Merlín y el Rey Arturo son épicos nombres que seguro suenan en las cabezas de varios y nos llevan a pensar en las épicas aventuras que estos personajes estelarizaban en las múltiples historias que leímos o nos contaron alguna vez.

Guy Ritchie se dio a la tarea de relanzar el clásico británico a la pantalla grande, la idea en papel era sólida, la combinación de material y director parecía ser la adecuada (quién podía ser más inglés para llevar un relato que ese pueblo lleva en las venas) e incluso el cast era bastante prometedor, entonces ¿qué salió mal con King Arthur: Legend of the Sword?

La cinta comienza con un prólogo, bastante atinado, que nos introduce al fantástico mundo en el que los hombres convivían con los magos hasta que la guerra se desató, llevando a la humanidad al borde de la derrota, pero la obscuridad no contaba con que Camelot sería su Waterloo y que encontrarían la derrota ante el rey Uther Pendragon (Eric Bana) y su hermano Vortigern (Jude Law), éste último con deseos de poder y envidia que se reflejan claramente en su rostro. La rivalidad de hermanos y la avaricia provocan que éstos se enfrenten dejando al segundo como el nuevo heredero del trono, ya que el pequeño Arturo, nuestro protagonista, logra escapar de las garras de su diabólico tío gracias al sacrificio de su padre. So far, so good.

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King Arthur (spoiler, se vuelve rey) comienza bien, da los pasos acertados para conseguir estar a la altura de las expectativas. Después del prólogo veremos un montaje, muy a la Ritchie, sobre como el pequeño Arturo crece en un prostíbulo, lo vemos pasar de niño a adolescente hasta convertirse en su versión musculosa (Charlie Hunnam) que es con la que nos quedaremos el resto de la cinta, el montaje de estos minutos es entretenido y dinámico, le es fiel al estilo del director en sus mejores momentos y logra dar la nota esperada. El inteligente score tiene mucho que ver con la cadencia y los aciertos de estos primeros minutos, desafortunadamente el director lo irá abandonando a medida que el tiempo pasa.

Si el sentido común no les falla sabrán que lo que viene será el enfrentamiento por el trono entre el tío y el sobrino y eso constituirá el eje central de toda la película. Arturo logra sacar la espada en la piedra (Excálibur) y se convierte en la amenaza que le quitaba el sueño a Vortigern por lo que decide intentar acabar con él, pero no contaba con que el pueblo no le daría la espalada a su legítimo rey y que los magos que todavía rondan por ahí también decidirían apoyarlo.

Ritchie comienza a lanzar todos sus trucos estilísticos a la mesa de una manera abusiva, los personajes corren sin cesar con la cámara pegada a ellos de una manera absurda y excesiva o el protagonista comienza a explicar una secuencia de acción (antes de que suceda) más de una ocasión haciéndolo tedioso. Al final el uso de sus rasgos característicos fue contraproducente pues King Arthur no se siente original, es más bien un híbrido, una mezcla que salió mal.

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No es solamente el abuso del estilo del director lo que hace que el barco del rey Arturo se hunda antes de zarpar, el guión es la parte medular que hizo que todo saliera mal, Lionel Wigram, Joby Harold y el director confían demasiado en el material original y en el conocimiento que supuestamente el público en general debe de tener sobre Camelot y sus habitantes dejando muchos cabos sueltos en el camino. La forma en que es contada la historia es más plana que un burro de planchar eliminando cualquier emoción que un cinéfilo veraniego espera en su religiosa visita a los blockbusters de la temporada.

Entre la multitud de personajes, de quienes no conoceremos sus nombres o no los recordaremos (literal, la maga que acompaña a Arturo en su viaje es denominada “maga”) encontraremos caras conocidas de la épica Game of Thrones, que son desaprovechados terriblemente, aquí el único que importa es Arturo y al menos Hunnam no lo hace nada mal, pero se ve sobrepasado por las terribles líneas que se ve forzado a decir.

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Las pocas secuencias de acción que presenciamos son igualmente decepcionantes, los malos efectos especiales combinados con la rapidez con la que se mueve la cámara cuando Arturo empuña a Excálibur hacen que el piso se pierda con facilidad y que lo que debió de ser uno de los principales atractivos de la cinta se vuelva totalmente en su contra. Tampoco veremos mucha magia ni fantasía, a pesar de que al inicio una genial escena entre Jude Law y el kraken más extraño y repulsivo que haya visto nos hicieran pensar que al menos eso sería interesante. De igual forma el enfrentamiento final te dejará pensando que tal vez las peleas con las gráficas de Minecraft no están tan mal después de todo.

King Arthur: Legend of the Sword no es un desastre, pero tampoco es algo entretenido siquiera, tristemente pasará sin pena ni gloria y si se pretendía que fuera el acertado primer paso para una franquicia (como sugiere el final) fue uno muy mal dado. Ritchie entrega una cinta a medias, una que se siente sin ánimo o interés, una que, como la mesa redonda que nos muestran, no logra cerrar el círculo.