“Are you just trying to get me to talk about myself? Because if you are… I will gladly do so! In song form!”
Hoy en día las cintas dirigidas al público infantil producidas por los nuevos grandes estudios hollywoodenses carecen, en su mayoría, de un sentido de originalidad en el que los más jóvenes puedan encontrar reflexiones más interesantes sobre lo que ven en pantalla. Parece que ahora esos filmes se centran en ir por el entretenimiento fácil y barato, ese del que uno se olvida apenas sale de la sala, uno desechable.
Disney se ha convertido a lo largo de los años en un referente del género infantil y sus más recientes películas han dejado claro que la casa productora se encuentra preocupada por romper los esquemas que un día le dieran incontables éxitos para entregar productos mucho más cercanos a las nuevas generaciones y a las sociedades que tenemos hoy en día. Es grato contar con cintas animadas de calidad, tanto técnica como narrativa, como Kubo and the Two Strings y la más reciente cinta de la casa del ratón Moana.
La isla de Motunui es un paraíso sus habitantes viven felices con sus tradiciones y costumbres, se alimentan de sus cosechas en un mundo utópico, pero la vida como la conocen se ve amenazada cuando los peces desaparecen y sus plantas entran en proceso de descomposición. La hija del jefe de la tribu, Moana, decide tomar cartas en el asunto y con ayuda de su abuela toma la decisión de ir más allá del arrecife en busca del semidios Maui para que restaure el corazón de Te Fiti, mismo que desapareció hace tiempo y al que se le adjudica la maldición de la isla.
John Musker y Ron Clements dirigen una historia vibrante y divertida que se adentra en lo más recóndito del espíritu humano. Moana nos lleva a través del viaje de una joven en su intento por averiguar cuál es su lugar en el mundo y quién es ella, una pregunta compleja que es por demás congruente con los tiempos en que vivimos. El camino de Moana y Maui a lo largo del Pacífico es una intensa introspección en la naturaleza y deseos de los protagonistas y es también la forma en que logran engancharnos con una historia que se vuelve poco a poco en un relato universal.
La cultura polinesia es tratada con delicadeza, los sutiles detalles que se dibujan en los escenarios tratan con respeto al mundo que representan y no podía ser de otra manera, la cinta pone gran parte de su peso en la importancia de las tradiciones y el cómo éstas te forman para convertirte en la persona que eres hoy, pero no solamente se refiere a las costumbres sino a las personas que forman parte de nuestra vida a lo largo del camino y que se convierten en parte fundamental de la respuesta a la pregunta ¿quién soy?
La animación empleada en Moana es sobresaliente, el equipo de Disney se lució al crear un programa especial que les permitió desarrollar el movimiento tan natural de las olas que vemos en prácticamente la totalidad de la cinta y en la forma tan orgánica en que el cabello de sus personajes se mueve con el más ligero de sus movimientos, el diseño de los personajes no humanos se integra perfectamente con todos los elementos de su alrededor, pues la película se ha encargado de crear un concepto firme desde el primer minuto de metraje y le es fiel hasta el final.
Nos enfrentamos a una historia de una princesa que se rehúsa a ser princesa y en la que no tendremos ni rastro alguno de romance, razón por la cual no podíamos estar más agradecidos. Los sidekicks son una parte grata de Moana, un pollo del que ponemos en duda su inteligencia y un tatuaje que aconseja, muy a la Pepe Grillo, a Maui constituyen la parte divertida del filme.
Mark Mancina se encarga la banda sonora y de componer junto con Opetaia Foa’i y Lin-Manuel Miranda las canciones de la película. El tema recurrente es How Far I’ll Go y es poderoso, logra cautivar gracias al sentimiento de las letras y el momento en que son insertadas en el viaje.
Moana responde al llamado del mar y se enfrenta de lleno a su destino de una manera heroica. La cinta es colorida, divertida y enternecedora, nos llena de un sentimiento de familiaridad y de amor por nuestras raíces. Moana muestra de manera ágil las desventajas que supone enfrentarse sólo al mundo real pero también expone las bondades de la perseverancia y los resultados que se obtienen al seguir los objetivos planteados.