“The Square is a sanctuary of trust and caring. Within it we all share equal rights and obligations.”
Existe una elite dentro de nuestra especie cuyas características sociales, económicas y culturales parecen brindarles cierto aire de superioridad humana que los convierte automáticamente en súper hombres capaces de juzgar al mundo con una lupa acusadora que los exime de cualquier pecado, mientras que el resto contemplamos por debajo una realidad sumamente distinta que se va quemando con el reflejo del cristal que nos mira, pero dicho efecto siempre va en dos direcciones y las consecuencias no son siempre percibidas por los que parecen tener el mango del objeto.
The Square es una ácida sátira dirigida por el mordaz Ruben Östlund cuya filosa crítica no deja a nadie exento. La cinta nos presenta a Christina (Claes Bang) un curador de museo que se encuentra intentando descifrar como promocionar su próxima exhibición, misma que tiene como pieza central a “The Square” un pedazo de concreto que delimita un espacio de igualdad en el que se le debe brindar ayuda a todo el que la pida y es aparentemente el único espacio en el que algo así podría pasar.
Si bien hay una línea narrativa central y un personaje protagónico muy bien delimitado, la cinta se encuentra compuesta por una serie eventos que bien podrían representar un microrrelato por si mimas. Cada situación presentada se enfoca en distintas problemáticas sociales y morales que nos hacen dudar de las acciones de los personajes, inclusive de las propias.
La vida de celebridad e intelectual que lleva Christian y todos los que lo rodean nos permiten adentrarnos en lo absurdo del arte y la existencia, el egocentrismo (característico de nuestra especie) se apodera de la cámara y se transforma en la voz cantante que seguimos de manera instintiva, lo que observamos es hilarante, pero su cercanía con nuestra realidad es peligrosa.
El trayecto es intenso y divertido, las situaciones que observamos son inimaginables, cuando crees haber captado el hilo que se sigue ocurre algo inaudito que te puede hacer estallar en carcajadas o dejarte con la mejor cara de WTF que puedas hacer. Es una travesía de más de dos horas y media de duración que se disfruta de principio a fin.
Claes Bang supone un asombroso acierto de casting, pues el actor retrata con acidez un sinfín de situaciones demenciales de una manera natural. Bang divaga perfectamente entre la falsa imagen de su personaje y la naturaleza que lo consume en los momentos de mayor desesperación de una manera brillante.
Östlund produce muchas risas, es cierto, pero la mayoría de ellas son incómodas, pone a prueba la capacidad que tenemos para mirar al espejo y reírnos frente a la imagen que observamos, la atmósfera que crea no es confortable, no solamente por el discurso, sino por la estética que decide ocupar, nos llena de encuadres desperfectos en un panorama dominado por cuadrados.
Humanidad, sociedad, repugnancia y arte convergen en la cinta de una manera turbia, pero divertida en una experiencia que no será fácil de olvidar. The Square habla sin tapujos, solamente queda escucharla con la misma apertura con la que recibimos el mensaje.