Los caminos de la vida

La Delgada Línea Amarilla

Una guía siempre hace falta.

Muchas veces los momentos que parecieran más insignificantes son los que logran una mayor trascendencia en nuestras vidas. Personas van y vienen, nos acompañan en nuestro camino por un rato, algunas se quedan hasta el final mientras que otras se desvanecen a lo lejos, depende de cada uno la forma en que recorre cada metro de la vereda que se extiende hasta el infinito y se acorta rápidamente con cada paso que damos.

Celso García nos presenta su ópera prima, La delgada línea amarilla, en la que nos contará el encuentro de cinco hombres que se encargarán de pintar, durante un trayecto de poco más de 200 km de carretera, las líneas que dividen los carriles de una abandonada ruta que conecta a dos pueblos de México.

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Los 5 protagonistas tienen un pasado muy diferente que los ha orillado a tomar el trabajo. Toño (Damián Alcázar) es el líder de proyecto y su carácter duro será el que guíe a sus compañeros durante las jornadas. Gracias a una breve introducción conocemos una parte del pasado del personaje y las razones que lo han llevado a ser de la forma que es, el camino se encargará de introducirnos al resto de los participantes.

El elenco multiestelar encabezado por Damián Alcázar, Joaquín Cosio, Silverio Palacios y Gustavo Sánchez Parra es razón suficiente para prestarle atención al proyecto, al cast se suma la participación de Américo Hollander y los cinco actores logran una excelente química que aligera el peso de la titánica labor  a la que se enfrentan.

La delgada línea amarilla es un road movie que, en su mayoría, deberá ser recorrido a pie, enfrentando todas las inclemencias que supone el clima al trabajar a la intemperie. García no se ha preocupado tanto por la forma sino por el fondo. La historia es la verdadera protagonista y su principal preocupación es que conozcamos a los protagonistas, la manera en que lo hacemos puede parecer superficial, sin embargo cada una de sus líneas y acciones esbozan mucho más profundidad de la que podíamos esperar en el desarrollo de los personajes.

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Mientras la historia sigue su rumbo nos sentimos mucho más cercanos a los encargados de pintar las líneas amarillas en el pavimento y esto se debe, en gran parte, al gran trabajo de los histriones. Atayde (Silverio Palacios) es uno de los personajes mexicanos más divertidos de los últimos años y verlo en pantalla provoca que una sonrisa natural salga de manera espontánea.

García hace uso de todo tipo de clichés existentes en la cinta con la finalidad de conmover o aumentar el impacto de ciertos sucesos, mismos que se acrecientan entrado el tercer acto del filme, pero esto no quiere decir que demeriten el trabajo logrado por el director en absoluto. La mezcla de la esencia de La delgada línea amarilla junto con los elementos mencionados funciona, García conoce los límites del relato y las fallas que puede tener, pero las compensa con otras virtudes.

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A medida que avanzamos en el camino la música que nos acompaña se vuelve fundamental, cuando suena Frijolero de Molotov o Los caminos de la vida podemos hilarlas de inmediato al viaje que estamos realizando, las situaciones se adueñan de ellas de manera orgánica. En la película existe un tema recurrente, una canción que con sólo los primeros acordes se vuelve himno en la ruta para los viajantes, se trata de Esta vez de Café Tacvba que cada vez que suena eriza la piel y nos ayuda a comprender la trascendencia de la ruta que recorren los protagonistas.

Los caminos de la vida no son lo que yo esperaba, no son lo que imaginaba dice la canción y cuánta razón tiene. A través de un complicado trayecto el grupo de hombres ha creado un vínculo especial que durará por siempre, han compartido vereda, han sido (y serán) guías del camino de alguien más y del propio y ahora están conscientes de ello ¿Quiénes somos sino el camino que hemos recorrido?