“Espéreme tantito oficial.”
Cuántas cosas pasan en nuestra ciudad sin que nos demos cuenta, cuántas personas atestiguan en silencio sucesos turbios que se quedan ocultos bajo el manto obscuro y seguro que les ofrece la noche, cuántas historias no han sido contadas por el simple hecho de que nadie quiere escucharlas.
Diego Ros nos lleva a un edificio en construcción, cuyas siluetas y sombras lo hacen parecer más en ruinas que en edificación. Alejado de la civilización y con una vista panorámica los alrededores del inmueble son el lugar idóneo para que aquellos que no desean ser vistos puedan pasar el rato sin ser molestados y ser vistos, pues las únicas almas que se encuentran a la redonda son los vigilantes nocturnos que hacen guardia en la obra y todos sabemos que ese tipo de profesión no es el sinónimo preciso de seguridad.
El vigilante es un thriller que combina las características del género con una intensa demanda social sobre la injusticia que ronda en cada esquina de cualquier lugar de nuestro país. Salvador (Leonardo Alonso) se encuentra en vísperas de convertirse en padre, pero no puede descuidar su trabajo como vigilante en la construcción, una noche una camioneta abandonada aparecerá fuera de la obra con un cuerpo dentro, al ser uno de los únicos testigos se convertirá en el centro de atención de las autoridades y compañeros de trabajo para resolver el misterio.
La situación del encuentro del cuerpo es un detonante para que una serie de eventos, cada vez más turbios, tengan lugar en el edificio mientras Salvador intenta terminar su turno lo antes posible para ir a estar presente en el nacimiento de su hijo. La ineptitud de las autoridades locales, los intereses personales de los compañeros de trabajo y la corrupción que los engulle a todos como la noche que se hace cada vez más densa.
Ros realiza una cinta violenta cuyo discurso habla sin pelos en la lengua y funciona como denuncia ante la inseguridad que se vive en nuestro país. Lo que más aterra en el filme es la veracidad y crudeza con la que aborda los temas que ataca, nos hace pensar lo peor de cada situación que se presenta y lo triste es que se trata de sucesos que en efecto pasan cada noche en cualquier rincón de nuestro querido México.
La impotencia y la incompetencia que se ve en pantalla se ejemplifican con una naturalidad ensordecedora, no es necesaria mucha faramalla para perturbar al espectador, es imposible mantenerse ajeno ante lo que observamos, aquí es imposible pertenecer al grupo de los que se hacen de la vista gorda.
El director juega con el panorama que rodea a su cinta para brindar una sensación de desolación, las figuras forman sombras en una obscuridad perpetua que solamente se asemeja al desesperanzador paisaje que se ve en la realidad. El diseño sonoro protagoniza cada momento, el sonido diegético fue cuidado con detalle para sacar el mayor provecho de todo lo que resuena bajo la luz de la luna.
El vigilante es un ejercicio bien construido que aprovecha los lugares comunes que tiene con el espectador para explotar su narrativa al máximo, es una denuncia punzante que nos obliga a tomar partido en lugar de voltear la mirada.