“Querida Antía voy a contarte todo lo que no tuve ocasión de contarte.”
La culpa es algo que se acumula a lo largo del tiempo. Las acciones del pasado recaen sobre nosotros como inmensas rocas que se agrupan a lo largo de la espalda y hacen el camino cada vez más complicado. Llega el punto en el que el andar se vuelve imposible, las piernas no pueden avanzar más, la culpa es como un virus que prolifera en todo el cuerpo y si no se tiene cuidado se puede pasar a otros.
El vigésimo film de Pedro Almodóvar, Julieta, es un acercamiento del director a los temas con los que alcanzó la cumbre de su trabajo. Los personajes femeninos se apoderan de la pantalla y una madre es el centro. La cinta nos mostrará como un (¿desafortunado?) evento provoca que Julieta decida hacer un viaje de introspección en su vida y los eventos más importantes que le han ocurrido desde que estaba por tener a su hija (Antía) hasta ese mismo día.
Almodóvar es un director que ha logrado generar un estilo definido e identificable para cualquiera, ese mismo estilo se encuentra presente en Julieta, los colores, el erotismo, la mujer como figura central, incluso la inmersión de otros procesos artísticos dentro de la trama (aunque en menor medida). La cinta es un intento por volver a sus ideas originales pero mezcladas de una manera nueva y refrescante, se trata de una propuesta arriesgada cargada de dolor.
El título de la cinta deja en claro que todo lo que veremos se centrará en un personaje, Julieta le contará a su hija, a través de un sentido escrito, la historia de cómo conoció a su padre y cómo ha logrado sobrellevar todas las culpas que aquejan su ser y no la han dejado vivir plenamente, tal vez la más grande es la de no tener contacto alguno con ella, la de contarle su historia a través de una carta que, posiblemente, jamás sea enviada.
El personaje principal será encarnado por Adriana Ugarte y Emma Suárez, la primera en la juventud de Julieta y la segunda en su madurez, sus rostros se fundirán en una secuencia sobria y contenida, como la decadencia que se percibe en los rostros de ambas actrices. Una elipsis perfecta.
A través de primeros planos y planos-contraplanos Ugarte y Suárez logran cautivar cada cuadro. El cast fue excelso, a pesar de no compartir escena nunca (por obvias razones) ambas capturan la esencia del personaje de manera brutal, el cambio es imperceptible, sabemos que los años han pasado, es evidente, pero Julieta sigue siendo Julieta y esto se debe a la complicidad implícita entre ambas y al tremendo personaje que plasma Almodóvar con una claridad espeluznante.
Los saltos temporales fluyen de manera natural. Julieta nos cuenta su historia y la forma en la que los años pasan y vuelven ante nosotros es manejada con total naturalidad, siempre en función del relato. Una vez más todo es perfectamente claro debido a que el relato fue siempre claro y fiel, conoceremos la historia de Julieta y la de nadie más.
La imponente voz de Chavela Vargas cantando “Si no te vas” se convierte en un tremendo epílogo, sus palabras llenas de dolor son la verbalización perfecta de todos los gestos de Julieta, es un match perfecto con la historia. Las emociones también pueden ser escuchadas y es a través de la peculiar interpretación de Vargas que la carta de la protagonista obtiene mensajero.
La culpa y el dolor caminan junto Julieta a la par. Han sido sus silentes compañeras y vigías, se mantuvieron al margen por un tiempo pero jamás la han dejado sola. Es momento de que la historia, que fue callada por tanto tiempo, encuentre a su remitente y deje de lado toda la agonía para aceptar una invitación implícita en el margen de un sobre. Es momento de intentar volver a casa.