“With the world so set on tearing itself apart, it don’t seem like such a bad thing to me to want to put a little bit of it back together.”
Las creencias personales constituyen una parte fundamental del ser humano, son aquello que nos da estructura como individuos y como sociedad, ¿si no le somos fieles a dichos ideales qué somos entonces?
Mel Gibson vuelve a la silla de director después de una década de ausencia y lo hace con la envolvente historia del soldado Desmond T. Doss, quien se negó a utilizar armas durante su participación en la segunda guerra mundial, pues dicha acción iba en contra de sus creencias particulares: los mandamientos de la Biblia.
Hacksaw Ridge comienza dándonos una explicación de los orígenes de la devoción del protagonista, situación que nos remonta a la infancia de Doss y a partir de esos sucesos nos adentraremos durante la primer hora y media en los eventos que han marcado al protagonista y lo han transformado en la persona que se mostrará en pantalla. Sin duda se trata de la parte más lenta de la cinta y la forma en la que se aborda no siempre es la más atractiva, Gibson sigue cojeando del talón narrativo y sus años sin práctica son notorios.
Una vez que Desmond Doss (Andrew Garfield) se enlista en el ejército y es transferido con su batallón su dilema comienza. Conoceremos uno a uno a los compañeros de Doss, mismos que tendrán un rasgo característico, mismo que les da su apodo, de los cuales pocos perdurarán en nuestra memoria. El sargento Howell (Vince Vaughn) no tardará en conocer las limitaciones de su soldado y al más puro estilo Full Metal Jacket se esmerará en hacerlo renunciar, pero las convicciones de Desmond son más fuertes y se ha tomado el ataque de manera personal y lo dice textualmente en más de una ocasión.
Una vez que dejamos las formalidades atrás y la batalla comienza vemos el verdadero fuerte de Gibson y el director cumple con las expectativas de lo prometido. El tercer acto es uno lleno de disparos y explosiones, el sonido nos aturde y las imágenes se apresuran ante nosotros, sin embargo siempre tenemos clara la ubicación de nuestros héroes, particularmente de Doss, pues esto se transforma en un show de un solo hombre con un espectáculo despiadado a su alrededor.
Es evidente que el director tiene un gusto por la violencia y que sabe orquestar una secuencia de acción con intensidad, es imposible desviar la mirada (a pesar de los múltiples cuerpos mutilados que vemos) pues la cámara y los atinados cortes nos han atrapado en una guerra impactante, de proporciones épicas, a pesar de conocer el final la incertidumbre y la emoción aqueja en cada instante.
Para lograr generar el imponente ambiente Gibson no se vale solamente de una espectacular edición, también ocupa un diseño de producción formidable que no hace más que elevar la sensación de realidad que se vive en Hacksaw Ridge. El score compuesto por Rupert Gregson-Williams es imperceptible por muchos momentos, pero su presencia es palpable, las notas se mueven susurrantes a toda hora elevando los sentimientos y emociones que se intentan mostrar; al llegar a las batallas los estallidos aturden con intensidad, el metal resuena con estruendos mientras se conjugan con los gritos de desesperación de los involucrados y los cuerpos cayendo mientras son destrozados, cada sonido es perceptible como si estuviera pasando junto a ti.
Andrew Garfield es deslumbrante se mueve con aplomo en la pantalla, el actor logra captar en todo momento las emociones y el sentir de su personaje, pero sobre todo entiende su fe. Garfield nos ofrece una actuación provocativa, su transformación se hace latente en sus palabras y cada vez que se interna en un viaje para rescatar a un soldado más, si Andrew Garfield ya era considerado una de las promesas histriónicas juveniles Hacksaw Ridge solamente viene a confirmarlo. El papel de Vince Vaughn es ingenioso y el actor aprovecha cada toma para sacarle jugo, su interpretación es una verdadera revelación que complace de principio a fin.
Parece irónico que una cinta que lleva en sus raíces ideológicas un sentido humano bastante marcado (gracias a la historia real en la que fue basada) olvide por muchos momentos, tal vez demasiados, a los individuos que vemos en pantalla. Es el momento de Garfield, así que somos libres de olvidar al resto del batallón y de olvidar también que ambos lados sufren pérdidas, lo que no se relega son las brutales muertes (muchas veces innecesarias) que atestiguamos y la brutalidad con la que son mostradas. Nos enfrentamos a un hecho cruel y no sólo por tratarse del final de una vida sino por la deshumanización que el acto conlleva.
Hacksaw Ridge triunfa en su carácter patriótico, pero también logra consolidarse en lado emocional y eso es todo gracias a Andrew Garfield, quien logra dotar a su personaje y al relato con un sentimiento de poder y orgullo, pero sobre todo de fe; la solemnidad con la que observamos las últimas secuencias habla por sí sola, la sensación te deja helado, petrificado como el momento que viven aquellos que logran salir del campo de guerra.