“Somos nuestro propio monstruo.”
“Sonido la Changa” dice la barda blanca que alcanzamos a distinguir en la primera toma, los colores naranjas con amarillo sobresalen aún en la obscuridad. El paisaje de alrededor es decadente, nos encontramos en el corazón de la ahora Ciudad de México. Adentro de un camión adaptado como casa se encuentran dos chicos y una chica acostados sobre una cama, el color rojo domina los interiores, un rojo intenso que acrecienta el sentimiento de desolación que se siente.
Te prometo anarquía es el quinto largometraje del director guatemalteco Julio Hernández Cordón y en él nos adentra en los escenarios que rodean la vida de los jóvenes en la ciudad. Miguel y Johnny son amigos inseparables desde hace tiempo, ambos vienen de dos estratos sociales muy diferentes, ese factor no les ha impedido compartir uno de sus grandes amores el skatebording, pasatiempo al cual le invierten gran parte de sus días.
Además de compartir su afición por la patineta, a los dos los une algo más…la locura por el otro. Los amigos también son amantes, pero esa es una condición que no aceptan públicamente, de hecho Johnny tiene una novia y Miguel siente profundos celos de ella.
La pareja se gana la vida vendiendo sangre, consiguen “vacas” (amigos, conocidos, gente en necesidad) para que vayan a ser “ordeñados” a cambio de dinero. Todo parece ir bajo control hasta que se ven involucrados directamente con el narco mexicano. La corrupción, las amenazas y la constante angustia guiarán las ruedas de los protagonistas en una serie de conflictos que parecen solamente ir empeorando.
Hernández Cordón decidió realizar la cinta con actores no profesionales, característica que dota de realismo y autenticidad cada suceso que ocurre en Te prometo anarquía. Elabora un retrato fiel de la condición social de nuestro país (la cual se asemeja y comparte elementos en común con el resto de Latinoamérica) cada locación, desde el metro hasta el mercado Jamaica o las canchas de frontón de los espacios públicos cumple con el propósito de sumergirnos en el mundo real y sin tapujos de los jóvenes de su historia, de nuestra realidad.
Si bien no son profesionales, Diego Calva (Miguel) y Eduardo Eliseo “Pelukas” (Johnny) logran convencer gracias a lo crudo y verídico de sus actuaciones, cada sentimiento que viven sus personajes se impregna en su piel y se vive en sus rostros, otorgándonos una instantánea de la vida en las calles y del trágico amor que viven.
El conflicto central de la sangre junto con los celos y las drogas hacen de la cinta un compendio de eventos desafortunados en la vida de los todavía menos afortunados. El sol no puede salir siempre para todos, pero algunos que han pasado su vida en la obscuridad, solamente rodeados por un rojo que aviva la furia y el desencanto con lo cotidiano deben buscar medidas radicales para salir adelante.
La relación de Miguel y Johnny es sincera, se aman genuinamente pero los ¿complejos? ¿la sociedad? No los deja expresarse de la manera que ellos quieren, viven un amor prohibido entre sombras y mona, un amor destinado al fracaso. Al entregarse a los brazos del otro se funden con ellos dos promesas; la primera, de amor, quedará abandonada gracias al destino, pero la segunda, la de anarquía, los acompañará el resto de sus vidas.
Te prometo anarquía es también una promesa al espectador, una que habla sobre la calidad del cine realizado en nuestro país, pero también se trata de una gran demanda, una que exige a gritos a las distribuidoras prestar atención a este tipo de cintas que ponen en alto al gran talento nacional. Si estos son destellos de las nuevas películas que se producen en Latinoamérica muéstrenos más por favor.