“Go West.”
El creciente fenómeno de la globalización ha obligado a los países a tomar mediadas de evolución drásticas. La cultura y las tradiciones de cada región han sido lentamente olvidadas, las nuevas generaciones prefieren lo extranjero porque es mejor que lo local, se ve, a veces, con desdén lo propio, la identidad y todo lo que nos hacía tener un sentido de pertenencia a un lugar ha quedado en el pasado.
China ha sido uno de los países con más avances, adelantos y evolución, pero a qué costo. El director Jia Zhangke es consciente de la crisis a las que se enfrenta su nación y la expone a través de su trabajo fílmico. Mountains may depart (2015) es quizás su trabajo más emblemático sobre el tema.
La historia, con una estructura lineal, se divide en tres actos y cada uno de ellos se lleva a cabo en distintos años (1999, 2014 y 2025), también podría verse como un relato dividido en pasado, presente y futuro. A través del lapso del tiempo seguiremos al triángulo amoroso conformado por Tao (Zhao Tao) una mujer que irradia felicidad y musicalidad a su paso, Zhang (Zhang Yi) un hombre de clase económica alta con ideales emprendedores y Liangzi (Liang Zin Dong) un minero de orígenes humildes.
El primer acto abre en la víspera de año nuevo con una Tao cantando y dirigiendo una animada coreografía de la clásica canción Go West de The Pet Shop Boys, las secuencias que rodean todo el relato correspondiente al “pasado” de los personajes denotan una clara occidentalización de China, las imágenes de lo nuevo comparten el escenario con la cultura originaria de oriente, ambas culturas conviven pero no de una manera orgánica. Durante el desarrollo de la primera parte, los jóvenes vivirán y sufrirán los estragos del amor no correspondido. La decisión que Tao tomará para su futura relación no es sonora, al menos para nosotros, se lleva a cabo en una discoteca en la cual decidirá con quien bailar, las secuencias de la elección y el rechazo están filmadas con perfecta sincronía entre la imagen y la música, las emociones tienen ritmo y culminan con un violento golpeteo electrónico. El acto finaliza con el título de la cinta, lo que acabamos de presenciar pudo haber sido un prólogo de lo que sucederá a continuación.
Los encuadres de Jia son cuidados y elaborados con minuciosidad. La fotografía, a cargo de Nelson Lik-wai Yu (fotógrafo recurrente del director), da a cada temporalidad elementos y colores que evolucionan con sus personajes. El tamaño de la pantalla se ajusta en cada acto aludiendo a la temporalidad que se vive. La composición de los colores con la imagen engalanan cada cuadro y deleitan las pupilas. Tao Zhao es la verdadera joya de Mountains, su interpretación es de una transparencia remarcable, es ella quien lleva toda la emoción de la película y lo hace de una manera espectacular.
Durante el segundo acto, descubriremos que los años han llevado a los personajes por rumbos que no esperaban. Tao y Zhang han tenido un hijo, pero ellos no continúan juntos, el pequeño niño de siete años vive con su padre, que ahora se llama Peter y el se llama Dollar, el occidente se ha apropiado del oriente. Las costumbres y el idioma se han borrado lentamente al igual que la madre, ésta ha ido quedando rezagada a los lugares más recónditos de la mente de su hijo. Por su parte Liangzi se encuentra muy enfermo y su situación monetaria no ha cambiado; Tao intenta sobrellevar su solitaria vida pero la noticia de la mala salud de su antiguo amigo y el rechazo y poca conexión con su hijo (quien vive en otra ciudad con su padre) han acabado poco a poco con la música que alegraba sus días.
Una de las secuencias finales del acto es también de las más enternecedoras de la película. Zao escucha junto a su hijo el tema Take care de Sally Yeh (canción recurrente a lo largo del film) el cual logra un verdadero momento de conexión entre ambos, las líneas de la canción, que aluden a la despedida y a la partida de otra persona, crearán un vínculo que rompe con las barreras del tiempo para los implicados, se trata de una forma para volver a casa.
Finalmente el tercer acto nos lleva hasta Australia (los primero dos se llevaron a cabo en Fenyang, China) el actual hogar de Dollar y Peter. El joven ha crecido sin su madre en un espacio multicultural sin tener afianzadas sus raíces, no sabe cómo hablar mandarín y se comunica con su padre a través de una tableta que traduce lo que dice. El problema de pertenencia que sufre Dollar es uno constante entre las comunidades chinas, su estancia en otras partes del mundo ha provocado que las nuevas generaciones pierdan toda conexión con su verdadero hogar.
Sin duda el acto correspondiente al «futuro» en Mountains may depart es el más débil de la cinta, quizás se deba al cambio de idioma (el acto está filmado en inglesa diferencia de los dos primeros que están hablados en mandarín) o a la poca trascendencia que logra el personaje de Dollar, sin duda su protagonismo no se equipara al ejercido por el triángulo amoroso en los primeros dos momentos de la película. Es al final del acto (y del film) que la atención es recuperada, una magnifica secuencia, en la que Tao vuelve a aparecer es el vehículo perfecto para dar cierre al círculo que representan los años en Mountains may depart.
En efecto las montañas deben partir pero eso no quiere decir que deban abandonar sus raíces, no pueden olvidar quienes son, porque el pasado es lo que las ha formado, son sus decisiones las que moldearon todo lo que son ahora. Ver a Tao estar en comunión y paz con su vida y todo lo que ha hecho genera una sensación de satisfacción y tranquilidad infinita. El ciclo culmina y con un apacible rostro se entrega a la melodía que ha guiado sus pasos, nos alejamos de ella pero a lo lejos resuena Go West!