“All of humanity’s problems stem from man’s inability to sit quietly in a room alone.”
Es más común de lo que solemos imaginarnos sentirnos perdidos en la vida, se trata de un momento en que el rumbo que debemos tomar es incierto, en el que todo a lo que nos aferramos de repente se esfuma dejando un vacío inmenso que sabemos tiene que ser llenado, pero ¿con qué? Creemos que solamente nosotros atravesamos ese calvario, cuando en realidad cada individuo con el que nos topamos se puede encontrar en el mismo lugar que nosotros ¿Qué nos está diciendo nuestra humanidad y empatía al respecto?
L’avenir (El porvenir) nos cuestiona justamente sobre el sentimiento tan único, pero al mismo tiempo tan colectivo, que acabo de describir y el resultado es devastador. Mia Hansen-Løve dirige un filme tan íntimo que nos permite adentrarnos en lo más profundo de nuestra alma con situaciones totalmente ajenas, pero que al mismo tiempo se sienten muy cercanas.
Nathalie Chazeaux (Isabelle Huppert) es una profesora de filosofía cuya vida parece ser funcional, todo lo que ella creía serían el resto de sus días se vendrá abajo cuando su esposo le anuncia que la va a dejar. Para Nathalie, su pareja era también su amigo y colega, se trata de alguien que daba por sentado, jamás pensó que eso le podría pasar y ahora se encuentra en una encrucijada de la vida en la que todos los pequeños desperfectos de su realidad parecen tomar nuevas dimensiones.
Hansen-Løve se ha caracterizado por construir personajes únicos, con un fondo sinigual, pero con Nathalie su trabajo parece haber alcanzado un punto cumbre. Su cinta es triste y divertida, un tono irónico aparece por momentos, mientras que otro más depresivo se apodera del control más adelante, todo se encuentra calculado, pero se siente natural, es como la vida misma.
El tiempo en el que L’avenir es contada es cronológico, más no inmediato, es necesario prestar atención a cada momento de la narrativa para poder ubicarlo temporalmente en la vida de la protagonista, son los detalles los que nos ayudarán a hacer dicha tarea. Los elementos que veremos siempre se encuentran presentes, pero evolucionan a su propio ritmo, cada situación es particular y para cada problema existe un desenlace propio, a pesar de que pertenecen a la misma mujer, a la misma vida.
La existencia, la felicidad y la empatía son los temas que ataca directamente la cinta, que con un tinte profundamente filosófico nos permite conocernos mejor mientras nos damos la oportunidad de encontrar al otro. Todos vamos por la misma vereda, aunque nos neguemos a aceptarlo, solamente es cuestión de abrir los ojos.
Isabelle Huppert nos regala la que es sin duda la actuación más intensa de su carrera, la actriz (para quien fue escrito el papel específicamente) se desmorona y renace frente a nosotros, ella es Nathalie, como puede ser cualquiera de nosotros y es en su tremenda naturalidad que encontramos el más exquisito atractivo.
A lo largo de nuestros años seguramente sentiremos en más de una ocasión que vamos contra corriente (como Nathalie), a todos nos llega un momento en el que ya no se sabe si reír o llorar, pues las ironías de la vida nos han golpeado nuevamente en la cara. Estaremos perdidos más de una ocasión, lo importante es saber cómo encontrarse.
¿Qué sigue después de haber perdido? Esa elección es sumamente personal, pero L’avenir nos deja deseando conocernos más, descubrirnos en el más puro de los sentidos, para que cuando nos encontremos al borde de un risco con una vista hermosa sepamos justamente lo que debemos hacer y conozcamos a la perfección el lugar en el que nos encontramos.