“You can’t un-fuck what’s been fucked.”
Las premisas de la mayoría las películas de acción han perdido encanto, la repetición de la misma fórmula una y otra vez ha hecho que muchos espectadores se sientan cansados de ver el mismo cuento con diferentes caras. La emoción que caracterizaba a estas cintas se ha desgastado con las incontables secuelas que ponen a prueba nuestra paciencia y buen gusto.
David Leitch da un salto a la dirección, tras codirigir John Wick, y decide poner a prueba las habilidades que ha adquirido como stuntman del otro lado de la cámara. Atomic Blonde, basada en la novela gráfica de Antony Johnston “The Coldest City” es el vehículo en el que viajaremos a toda velocidad con una heroína poco usual.
Lorraine (Charlize Theron) es una agente de la inteligencia secreta británica a la que se le asigna la misión de recuperar una lista que contiene todos los datos de los investigadores que trabajan en dicho lugar, para lograrlo tendrá que viajar a Berlín en las vísperas de la caída del muro y unir fuerzas con David Percival (James McAvoy) para intentar recuperarla. Un sinfín de giros y personajes aparecerán durante las dos horas que estamos sentados, pero sin trascendencia alguna.
Las luces neón y el color azul predominan escenarios que no logran transportarnos a la época en la que nos quieren situar, de no ser por las breves inclusiones de noticieros en varias partes de la historia no sabríamos que nos encontramos en el conflictuado Berlín, la elección de locación es simplemente una forma de establecer un conflicto político en la mente de aquellos que recuerden las clases de historia, mismo que se borra con facilidad pues no hay nada realmente que lo ligue directamente a la historia.
Atomic Blonde tampoco se destaca por poseer una narrativa ambiciosa, o siquiera atractiva. La adaptación del material es pobre, Leitch no para de arrojar ingredientes a un platillo que al final no sabe a nada. El conflicto al que se enfrenta la protagonista es por demás conocido y su resolución lo es todavía más; las líneas que unen a los personajes secundarios al entramado central son borrosas y no siempre añaden algo positivo las imágenes que vemos en pantalla.
Leitch se luce a lo grande con las secuencias de acción que orquesta, estas son sin duda el mayor atractivo de la cinta y un verdadero goce visual. Es evidente que el director conoce la estructura y forma de construir una batalla, lo que entrega es emocionante y brutal, dichas escenas son sin duda lo que nos hace permanecer en la butaca.
Desde los avances del filme el soundtrack llamaba la atención y no decepciona en el resultado final. David Bowie, Duran Duran, Depeche Mode, Nena, Blondie y The Cure son solamente algunos de los nombres que figuran en la banda sonora y cuyas canciones son el melancólico recuerdo (y, además de los breves noticieros, único recordatorio de la época) que brinda una atmósfera gélida pero familiar al relato.
Si tan solo tuviéramos más escenas de Theron pateando el trasero de medio mundo todo sería mejor. La actriz se ha consolidado en el terreno de la acción y su presencia le hace honor al nombre de la cinta, es verdaderamente atómica y explosiva. Hubiéramos agradecido que Charlize compartiera más secuencias con McAvoy, pues son bastante limitadas y se desaprovecha la oportunidad de ver en pantalla a dos grandes histriones.
Atomic Blonde se queda a medias, pero eso ya es mucho a comparación de las rápidas y furiosas cintas que nos entrega el género. Logra entregar secuencias perfectamente bien organizadas y dinámicas que no se ven con frecuencia en las películas de acción, sin embargo tira por la borda la narrativa y eso hace que te vayas de la sala con un sabor agridulce en la boca.