“Todos los inocentes deben ser arrestados.”
La madrugada del 2 de octubre de 1968 una tormenta azota un poblado. La estación de camiones del lugar parece desierta hasta que poco a poco van llegando, empapados, una serie de individuos que muestran cierta urgencia por llegar a la Ciudad de México por distintos motivos, pero hay un pequeño problema la lluvia torrencial no ha permitido que los autobuses lleguen, por lo que los extraños se verán forzados a mantenerse cautivos en la estación.
El director mexicano Isaac Ezban presenta su segundo largometraje Los Parecidos en la cual vuelve a los terrenos fantásticos y de ciencia ficción con un resultado mucho mejor logrado que el alcanzado en su ópera prima El Incidente.
Ocho extraños se encontrarán varados en la que podría ser la peor noche de sus vidas. A medida que la cinta avanza nos daremos cuenta que los sujetos que vemos en pantalla no son tan extraños después de todo. Ezban construye a sus personajes con estereotipos sociales muy marcados de la época, algunos inclusive siguen siendo vigentes en nuestros tiempos.
Los Parecidos nos encierra junto con sus personajes en un halo opresor en el que la intriga y la desesperación solamente se equiparan a la amplia extrañeza de los sucesos que ocurren en la película. Las apariencias engañan y nadie puede confiar en nadie, la cinta logra crear una sensación de desconfianza perpetua que solamente va en aumento a medida que el minutero avanza.
Perder la identidad, ser igual al otro, es el monstruo que nos aterra en Los Parecidos. Cuando el misterio se encuentra en su punto máxima las respuestas comienzan a surgir, pero sólo ocasionan que los implicados nos formulemos más preguntas sobre lo que pasa, las explicaciones se encuentran más allá de toda razón lógica, pero gracias al trabajo realizado estamos de acuerdo con aceptarlas como verídicas.
El set fue diseñado de manera monumental para que fuera una copia fiel de una estación de autobuses de los sesentas. Los aparatos electrónicos e indumentaria nos sumergen en una época ajena pero al mismo tiempo sentimos un arraigo a ese lugar. El diseño de producción se conjuga con la fotografía y la paleta de colores, mismas que por sus tonalidades nos recuerdan que estamos siendo parte de un cuento de fantasía, de igual forma el color fue seleccionado en función de la historia a manera de opresión a los personajes.
Los actores tienen movimientos muy medidos, por momentos bastante mecánicos. Al contar con una sola locación los histriones se mueven como si estuvieran en un escenario, la tradición teatral se muestra en sus pasos y por momentos entorpece el ritmo de la cinta que no explota al máximo todas las dimensiones que tiene a su disposición. Todo el cast brinda una actuación a la altura del proyecto que están realizando, valdría la pena destacar varios nombres…pero al final todos son iguales.
La película se encuentra marcada por el entorno social de la fecha en la que los sucesos tienen lugar, las transmisiones de radio hablan sobre los eventos de la matanza del 68, pero lo que pasa fuera de la estación de camiones solamente sirve para acrecentar la sensación de paranoia colectiva que azota al país en esos momentos, no para determinar lo que le pasa a nuestros protagonistas. El descontento social y la histeria que viven dentro del recinto también se vive fuera del mismo, tal vez en una mayor intensidad, tal vez tan fuerte como la tormenta que azota al país y no lo deja tranquilo.
Los Parecidos es una obra asombrosamente extraña, que atrapa y altera los sentidos. El misterio nunca se resuelve, la pelota ahora está en nuestra cancha y quedará en nosotros decidir si nuestra percepción es verdadera, cuestiona nuestra identidad y juega con nuestra realidad. Tal vez la frase “todos los hombres son iguales” no sea mentira después de todo.