“Are you a Watcher? Or a Player?”
No hay cosa que no se pueda encontrar o hacer en internet, podríamos navegar por horas en la red sin ningún problema y al final del día es fácil desconocer la ruta que nos llevó a la última página consultada ¿cómo demonios di con este lugar?
Nerve (El juego sin reglas) nos muestra un panorama en el que una aplicación (Nerve) se ha convertido en tendencia entre los jóvenes de Nueva York. El juego les da la opción a las personas de ser jugadores u observadores, los primeros tendrán 24 horas para cumplir retos y acumular dinero, si no pueden realizar la tarea o se rinden quedan descalificados. Los observadores son los encargados de decidir qué es lo que harán los jugadores, las primeras misiones son fáciles pero comenzarán tornarse enfermizas a medida que Nerve avanza. La aplicación permite transmitir en vivo y en tiempo real dando la ubicación exacta de los participantes para que los que se limitan a ver puedan cazarlos como pokémon a lo largo de la ciudad.
Entre más interesantes y atrevidos sean los retos que se imponen las personas obtendrán más observadores que seguirán cada pasó de su jugador favorito, mientras éste graba, desde su propio celular, cada desafío que realiza. El morbo hace que cada vez más personas se unan a la aplicación y exijan ver algo que los sorprenda.
Vee (Emma Roberts) es una estudiante que ha tenido miedo de tomar decisiones importantes, no se ha involucrado con su entorno, ha sido una observadora toda su vida, todo cambiará cuando los problemas económicos y emocionales la hagan colapsar y decida ser jugadora de su propia vida. A través de la aplicación, Vee se unirá con Ian (Dave Franco), juntos vivirán un rápido romance mientras cumplen diversas tareas. A medida que la noche avanza las interrogantes sobre la identidad e intenciones del guapo motociclista que escolta a la protagonista van en aumento.
Henry Joost y Ariel Schulman nos presentan un mundo adolescente en lo que podría ser una cinta clásica de preparatoria sin la escuela, pues todos los personajes que vemos en pantalla responden a los estereotipos clásicos que aparecen en dichas películas desde hace años y siguen funcionando de la misma manera.
Los colores neón rodean a los personajes mientras se dirigen a los lugares marcados por los observadores para realizar su siguiente reto. Los directores han incorporado al filme elementos de redes sociales que hacen de la pantalla de cine un teléfono gigante a través del cual vemos e interactuamos con Vee.
La química entre Roberts y Franco es buena, no memorable, pero suficiente para mantenernos interesados en su ciberamor. Todos los involucrados en Nerve realizan un trabajo que remite de inmediato a los tiempos actuales, si bien no son personajes sino estereotipos, su actuar nos parece natural, pues la adicción a ver el celular cada cinco segundos y publicar cada movimiento que hacemos hace que lo que aparece en pantalla no se aleje tanto de la realidad en que vivimos.
Las nuevas generaciones cada vez crecen con una curiosidad más grande, el morbo que ha generado el poder ver por las calles o en internet violencia desenfrenada ha provocado que se vuelva normal. Nerve usa ese mismo morbo en contra de nosotros, nos obliga a querer ver siempre más aunque las circunstancias puedan ser fatales para los que las realizan. Los observadores utilizan la distancia y el anonimato como escudo para no apartar la vista sin sentir culpa de las consecuencias que sus acciones podrían tener.
Posiblemente Nerve pierda vigencia con el tiempo, y es que la realidad que presenta no dista tanto de la que vivimos día con día. La cinta expone las responsabilidades que conlleva la nueva era digital, en la que basta sólo un click para ser parte de un mundo totalmente nuevo y que en su mayoría desconocemos.