“He is no normal man. He was thought to be an evil spirit, a ghost in the trees. No man ever started with less.”
John Clayton (AKA Tarzán) ha comenzado una nueva vida en Inglaterra junto a su esposa Jane. El rey Leopoldo de Bélgica le pedirá a Clayton que regrese al Congo para ver los avances que ha creado su colonia, al principio se negará pero George Washington Williams lo convencerá para que juntos averigüen los sospechosos sucesos que ocurren en el país africano. El chico favorito de África vuelve a casa para una nueva aventura.
The Legend of Tarzan recurre por enésima ocasión al relato ya por todos conocidos del rey de la selva, ahora presentado en un híbrido de secuela/historia de origen del personaje. Llevar los clásicos animados a live action con un toque más obscuro (no realmente) es lo de hoy. David Yates, el director que dio un satisfactorio cierre a la saga de Harry Potter, es el encargado de realizar la nueva adaptación de Tarzán y su trabajo no podía estar más alejado del presentado con las cintas del mago.
Si llevar películas animadas a la realidad es tendencia, las películas de superhéroes son el TT más viral. En la película no conoceremos al hombre sino al nuevo integrante del universo Marvel o DC, Tarzán no es un hombre cualquiera nos aclara Jane en una de sus líneas y comprobamos la veracidad de sus palabras en cada secuencia de acción en las que el protagonista se ve involucrado.
Alexander Skarsgård es el encargado de dar vida a Tarzán o John Clayton (que ostenta más títulos nobiliarios que la mismísima Khaleesi), el personaje principal de la historia, mismo que no tiene una cantidad fuerte de líneas durante la cinta. El rostro imperturbable de Skarsgård intenta dar una versión más obscura del rey de la selva, que se encuentra lleno de cicatrices, pero el resultado no es el esperado debido a la historia tan plana que se cuenta.
Una vez más Christoph Waltz se convertirá en el villano de la película, sin embargo al igual que en Spectre (2015) su inclusión fue fallida. Vemos al actor austriaco repetirse en, lo que parece ser, el tipo de roles en los que se ha encasillado desde su salto a la fama internacional en 2009.
Nuevamente Margot Robbie acapara toda la atención al interpretar a una damisela en peligro (Jane) que es todo menos eso. La interpretación de Robbie es refrescante y llena de carisma, saca lo mejor que puede de un personaje que fue relegado al segundo plano desde el comienzo de la cinta. El arco dramático de la historia girará (como en todas las adaptaciones de Tarzán) en los obstáculos que el hombre que fue criado por monos deberá cruzar para rescatar a su amada, pero en esta ocasión Jane es más proactiva haciéndola mucho más interesante.
La predictibilidad de la historia es el talón de Aquiles del filme, hace que el interés se pierda desde el primer acto y las “sorpresas” no tengan un efecto positivo en el espectador. La parte cómica incluida hace más llevadera la cinta, misma que corre a cargo de Samuel L. Jackson, quien interpreta a George Washington Williams, el Robin que Tarzán nunca necesito, sin embargo no todos los gags funcionan ni son aterrizados de una manera divertida.
Al tener incluidos una gran cantidad de animales en el relato se esperaba que el CGI fuera algo sorprendente, desafortunadamente no fue así. Con una cinta como The Jungle Book (2016) lanzada casi al mismo tiempo es inevitable hacer la comparación con los animales computarizados de ambas películas, la de Yates no logra equiparse al tremendo trabajo que Disney realizó en su cuento del niño salvaje.
Las fabulosas tomas panorámicas que el director nos ofrece son el escenario para que Skarsgård (y su impresionante abdomen) brinque en los árboles y se cuelgue de lianas que parecen ser tan largas para recorrer kilómetros de selva a velocidades inimaginables mientras imita los llamados de apareamiento de todo animal que existe. Y sí el tradicional grito de Tarzán suena en algún punto de la película.
The Legend of Tarzan tiene elementos rescatables, pero sin duda cuenta una leyenda que será olvidada con facilidad. Es momento de que las grandes casas productoras hollywoodenses comiencen a hacer una labor titánica pero necesaria para todos los que acudimos a las salas de cine: contar nuevas historias.