“The curtain descends, everything ends too son, too soon…darling speak low.”
¿Qué pasaría si de un momento a otro perdieras tu identidad? ¿Qué pasaría si todo lo que un día conociste y amaste se trasforma en un recuerdo viviente que es incapaz de reconocerte? Estas preguntas serán abordadas en Phoenix, la más reciente cinta del director alemán Christian Petzold.
Dos mujeres intentan cruzar la frontera alemana en vísperas del fin de la segunda guerra mundial. Una de ellas tiene la cara totalmente vendada y su compañera la protege a toda costa hasta llevarla a un hospital. La mujer de la cara cubierta es Nelly (Nina Hoss), una cantante y sobreviviente del holocausto, su cuerpo descompensado y desfigurado representa solamente el cascarón de lo que un día fue pues sus heridas más grandes se encuentran tatuadas en su brazo. Nelly deberá someterse a una operación de reconstrucción facial, los resultados no son los que esperaba su nuevo rostro la aleja de la mujer que un día fue, la imagen que aparece en el espejo no es Nelly es otra mujer.
Nelly y su fiel amiga Lene (Nina Kunzendorf) llegan a Berlín, la imagen de la ciudad es tan deprimente como el sentimiento de Nelly, Berlín tampoco es la misma después de los violentos sucesos, solamente quedan ruinas. Lene le ha resulto la vida a su amiga, alojamiento, ropa y hasta un próximo hogar alejado de los horrores que suponía esa vieja Alemania pero la única preocupación de ésta es reencontrarse con su esposo, con el que alguna vez cantó mientras él la acompañaba en el piano. El encuentro de la pareja es devastador como el lugar en el que ocurre (un bar llamado Phoenix lleno de obscuridad y decadencia) la mujer mira al hombre y le llama por su nombre: Johnny (Ronald Zehrfeld), el hombre no reconoce a la mujer que le habla pero nota algo familiar en ella.
Johnny ha encontrado en aquella mujer un parecido a su esposa y con ello la posibilidad de reclamar su herencia. El marido convencerá a su esposa de fingir ser ella misma sin saberlo (Nelly se presenta como Esther al ver que no era reconocida por su esposo) y ésta aceptará ¿por amor? ¿por mantener una conexión con su pasado? ¿por recordar quién es?
El espectacular trabajo de Nina Hoss impacta por la fragilidad que transmite, interpreta a una mujer sin futuro que descubre que su pasado no es lo que ella pensaba, comunica con los ojos y su dubitativa actitud el miedo que supone enfrentar la verdad en un mundo en el que ya no existes.
Las luces tenues y lejanas que alumbran a los personajes y las calles llenas de piedras y escombros que no permiten caminar bien a los habitantes de una ciudad que quedo en el olvido son el escenario perfecto para complementar el viaje del personaje principal. No es que sepamos lo que siente ser nadie pero la devastación que prolifera en la pantalla hace que las almas circulen sin rumbo en la obscuridad, ellos también fueron olvidados, ellos también se enfrentan a un dilema de identidad.
Poco a poco Nelly intentará recuperar lo que es suyo pero deberá afrontarse a la capacidad que tiene como ser humano de perdonar y de comenzar desde cero. ¿Cuánto tiempo podrá seguir siendo Esther cuando Nelly azota las puertas de su cuerpo cada vez que esta con Johnny? También será poco a poco y mucho más lentamente que llegue el turno de quitarse la única venda que dejó en sus ojos cuando se convirtió en una nueva mujer.
Phoenix es un drama con tintes de thriller que intenta comprender el dolor que dejan las heridas más grandes en la vida de una persona. Apela a la naturaleza humana en todo su esplendor mostrando lo bello, lo ingenuo, lo fiel y lo malvado que podemos llegar a ser. La verdad siempre sale a la luz y un corazón herido se convierte en el constante acompañante por el camino.
El clímax de Phoenix es una potente secuencia que se clava como daga en lo más profundo del alma. Es un canto que anuncia agonía en la despedida de dos amantes que fueron bajas de la guerra solamente que alguien olvidó contar su tragedia en la lista de difuntos.